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sábado, 25 de abril de 2020

El eternauta. El mundo arrepentido (Club del Cómic Ediciones, 1997) Solano López, Pablo "Pol" Maiztegui



        Después de haberme leído “El eternauta” hace ya un tiempo, y hace relativamente poco, “El eternauta 2”, y sin posibilidades de ningún tipo, de hacerme con la tercera parte, que sé que se publicó en los años ochenta… He rebuscado en las estanterías de los libros y cómics sin leer, y me he encontrado con este “El eternauta. El mundo arrepentido” (Club del cómic Ediciones, 1997), basado en el universo creado por H.G. Oesterheld, de Solano López y el guionista Pablo “Pol” Maiztegui, que yo sabía que tenía desde hace un tiempo.

        Leerlo me ha traído sentimientos encontrados. Por un lado, el título pone “El eternauta”, el protagonista es Juan Salvo, pero no me he sentido identificado con la narrativa del clásico argentino. Para nada. Es un cómic interesante, entiéndase, si que lo es, pero para mí no es Juan Salvo, ya que no es su universo. No están los amigos (German, Franco, Favalli…), la familia, o los malvados “Ellos”, Manos, Gurbos… Es cómo meter a Don Quijote y Sancho Panza en un episodio de “Juego de Tronos”, no pega ni a la de tres, (y no he dicho “Star Wars”, porque yo poseía un cómic de finales de los setenta, donde Don Quijote aparecía en dicho Universo…, aunque Conan, ahora que lo pienso, ha estado ya varias veces en el futuro…)

        En esta historia tenemos a un grupo de jóvenes científicos argentinos que trabaja en experimentos interdimensionales, entre mate y mate, y entre porro y porro, el caso es que materializan a Juan Salvo, que andaba por la dimensión desconocida, y este, vestido con un traje blanco con el símbolo del infinito, les cuenta a los jóvenes la historia de la primera parte, obviando la segunda (aventura en el futuro con German), y añadiendo otra que le acaba de ocurrir: Había sido transportado a un planeta rojo, con una atmósfera irrespirable porque el planeta se moría. Los habitantes de dicho planeta eran unos bóvidos de colores (marrones, verdes, azules) de apariencia antropomórfica, que residían en una cúpula, y que se daban golpes de estado martes y jueves alternos, mientras buscaban una cura para su planeta, para el virus o plaga que los aniquilaba (que se da a saber que son ellos mismos, su existencia propia).

        Con la llegada de Juan, se mueren por experimentar con él, para ver si en su ADN hubiera algo que pudiera servirles a salvarse. Olgvir, uno de los pocos telépatas que quedan en el planeta, le ayuda a entenderse con los demás seres, que solo hablan jeroglífico básico, y le ayuda a escapar de los experimentos que se le tenían reservado, junto a un activista llamado Milkor, antes de caer el mismo bajo los efectos del virus mortal que los atenaza. El propio Milkor cae fulminado de un disparo, pero le regala al eternauta un medallón de recuerdo.

       En su huida, sale fuera de la cúpula, perseguido por dos de estos bóvidos, perdiendo el medallón recién obsequiado en su carrera, y aparece entre los jóvenes argentinos que practicaban la güija interdimensional, volviendo al inicio del cómic. Pero en la noche, se materializan estos dos perseguidores, que son reducidos entre todos, antes de que Juan vuelva al espacio interdimensional con sus acompañantes. En la viñeta final, los de la Nasa analizan el souvenir que Milkor le había regalado, agonizante, a Juan. Proviene de Marte, y tiene más de cien millones de años, por lo que el lector deduce, que no le había regalado cualquier baratija de una tienda oriental… 

         Mmmmmm, me ha gustado, si. El dibujo de Solano muy bueno, por variar, el color también, y se agradecen los pin-ups de las últimas páginas, de diversos dibujantes, pero repito, para mí no es “El eternauta” (Oesterheld dejó el listón bien alto) a pesar de que rezuma crítica con fondo ecologista, y tema totalitario gubernamental. Lo dejo a vuestra elección.

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