“Zulu” (2013) es una película
francesa, ambientada en Sudáfrica, con unos tintes muy interesantes. Nos
encontramos con la aparición del cuerpo de una chica. Tres policías sudafricanos
inician una investigación. Cada uno de ellos es muy diferente.
Cuanto más avanzan en la
investigación, más se dan cuenta de que el asesinato de la chica no es
cualquier cosa. Sudáfrica es un país peligroso, un país que no acaba de cuajar (el
racismo sigue estando muy latente) y las diferentes mafias y bandas se reparten
poder, zonas y territorios, desde lo más bajo, a las capas más altas de la
sociedad, y encima hay una nueva sustancia (tic) en las calles, que hace que al
personal se le vaya la olla a niveles de extrema violencia, y los muertos
comienzan a aparecer aquí y allá...
Los tres policías que
investigan el caso tienen situaciones económicas, sociales y personales muy
diferentes. Uno, el “bueno”, vive con su chica que lucha contra un cáncer. El
personaje de Orlando Bloom, que está completamente desaliñado y medio borracho,
roza continuamente lo ilegal, un hijo que no le quiere y una mujer que se ha
largado con un dentista rico, mientras se debate por ponerle o no, un nombre a
la lápida de su padre fallecido. Y Forrest Whitaker, arrastra traumas del
pasado, en un mundo cruel demasiado grande para él, y su personaje evoluciona
del buenismo a la deshumanización.
La película contiene algún episodio
un tanto gore, de extrema violencia y un buen puñado de sangre y vísceras. Un tiroteo
entre bandas bastante espectacular, y no me ha parecido mala… Eso sí, le sobran
treinta minutos largos, y algunas subtramas (las relaciones familiares de los
tres, por ejemplo, no llegan a ninguna parte, están más de relleno que otra
cosa). Es un retrato sórdido de la sociedad sudafricana, que tiene aún mucho camino
que recorrer, en muchos aspectos… El final de la cinta, me ha gustado mucho.
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