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domingo, 12 de enero de 2020

Dr. Uriel (Astiberri, 2ª edición, 2018) Sento



         Hace ya unos pocos años, llegó a mí la historia del joven Dr. Uriel. Un joven médico de 22 años, Pablo Uriel, que prácticamente se enteró del inicio de la Guerra Civil estando en el Ebro con su canoa.

         Acababa de terminar Medicina, y esperaba la carta de incorporación del servicio militar sin sospechar el infierno que se le venía encima. El cómic que llegó hasta mí casi por casualidad, se titulaba “Un médico novato”. Después de su lectura, me quedé con ganas de más, pero no tuve narices de hacerme con las dos partes siguientes, “Atrapado en Belchite” y “Vencedor y Vencido”.

         Así que, cuando he logrado hacerme con este “Dr. Uriel” (Astiberri, 2ª edición, 2018), un integral de las tres ediciones anteriores, he tenido la sensación de poder cerrar un círculo que llevaba ya un tiempo abierto. Y es que el Dr. Uriel, quizás no pueda parecer que fuera una persona épica, pero lo que hizo durante la Guerra Civil se merece, como mínimo, que se conozca (fue un auténtico héroe, y mejor persona).

          Nada más iniciarse la Guerra, su hermano es fusilado. Y él pasa tres meses en la cárcel, sospechoso de tener simpatías republicanas (las tenía, pero cualquiera decía algo). Pronto es enviado al frente, donde tiene que hacerse cargo de las innumerables bajas nacionales en los diferentes frentes de Aragón, sin medicinas, analgésicos, ni gasas o alcohol siquiera, quedando atrapado en la terrible batalla de Belchite, donde los Nacionales van a huir a la desesperada, dejando detrás varios cientos de heridos y muertos.

          Prisionero de guerra. Uriel se salva de los fusilamientos republicanos de milagro, ya que los habitantes del pueblo de Belchite hablan muy bien de él. Pronto es enviado a una cárcel donde sigue con su labor, a pesar de que el Comité de Presos nacionales quieren su cabeza, buscando siempre el bienestar de los presos, hasta el final de la Guerra.
       El cómic es una joyita, con un dibujo en blanco y negro que solo utiliza el color para diferenciar banderas y poco más. Una maravilla que se completa en las páginas finales con cartas de Uriel a su familia, fotos, un mapa de su recorrido por el conflicto y un epilogo de Ian Gibson. Es muy, pero que muy recomendable.

         P.D: Una curiosidad. Sus descendientes y familiares, más de una docena, se siguen dedicando, hoy en día, a distintas facetas dentro del mundo de la medicina.

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