“X-Men: Fénix Oscura”
(2019) es otra de esas películas, que, cuando vi los avances en el cine, me
dije: “Va a ser que no…”. Lo primero que me echó para atrás fue el
aprovechamiento de una actriz, en boga gracias a “Juego de Tronos” (Sophie
Turner), pero que, sospechaba, no me iba a gustar en un papel tan exigente como
el de “Fénix”, la Jean Grey de los cómics.
Hoy, domingo lluvioso y
desapacible, le he querido dar una oportunidad, y tengo que reconocer, que
tiene cosas interesantes. Lo primero que me ha llamado la atención es que aquí
no tenemos a un villano concreto (bueno, a una raza espacial, pero es un tanto
secundaria y alfeñique frente a los mutantes), sino que es la propia Jean Grey la
X-Men, que, tras recibir una descarga cósmica de esas que andan por el espacio
normalmente, se vuelve más inestable mentalmente, pero también más poderosa, y
con una serie de varices en la cara que el dermatólogo no ve problemáticas.
Los que hace cuarenta
años ya leíamos cómics de Marvel, ya sabemos que Jean Grey, fuera de sí, es prácticamente
imparable. Y desarrollar esa idea en la película, me ha parecido que está
bastante bien. Tras su regreso espacial, nos damos cuenta de que los problemas
para el grupo mutante pasan por la inestabilidad de Jean, que ya de paso,
siembra más las dudas que hay dentro del grupo en contra de Xavier y sus
decisiones… Y la aparición de la Hermandad de Mutantes Diabólicos hace que la
cosa se ponga entretenida de verdad.
En fin, la película,
lejos de ser el truño que me esperaba, resulta que no está tan mal. Hay un
duelo muy interesante entre Magneto y Jean Grey, de efectos va bien, y las
interpretaciones se salvan (aunque sigo sin ver a Sophie Turner en su papel, no
sé), las batallitas están logradas y el final es curioso.
P.D: Lástima que
Mercurio tenga solo dos escenas.
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