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domingo, 3 de marzo de 2019

Alex y yo (2018)




         “Alex y yo” (2018) no es una gran película. Ciertamente, tiene mucho de esas películas que emiten en cualquier canal infantil o juvenil, un fin de semana. Caras vagamente conocidas (hay un tipo que salía en la serie “iCarly” hace doce años, cuyo nombre no recuerdo), es una de esas cintas que seguramente rodaron en un par de semanas que tenían libres por ahí. Espero que el presupuesto no fuera muy alto, porque me quedaría alucinado si fuera así.

         Pero… ¿Por qué me molesto en hacerle una crítica? Porque tenemos pocas películas dedicadas al fútbol femenino, y menos al infantil o juvenil. Lejos, muy lejos queda ya “Quiero ser como Beckham” (2002), que es una cinta que le he puesto varias veces a mis alumn@s, por diversos motivos (las chicas juegan al fútbol, si eres de origen indio también puedes jugar al fútbol, hay que romper ciertos estereotipos, etc), y que much@s me preguntan: Pero, ¿Quién carajo era el tal Beckham?... Y eso es un punto a favor de “Alex y yo”, la novedad, que no la originalidad. No es que todo el mundo conozca a Alex Morgan, jugadora de fútbol estadounidense, medallista olímpica, campeona del mundo (2015) y con una Champions femenina con el Olympique de Lyon, pero aquí, al menos, la jugadora participa, como una especie de fantasma, debido a una conmoción tras una caída, en el desarrollo narrativo. Por cierto, es una actriz patética, como jugadora será de lo mejor, pero como actriz… No supera a un palo.

        La historia es la típica. Reagan es una nena de trece años (eclipsada por su hermano, jugador de rugby) que quiere ser como su adorada Alex Morgan, la cual, como os he dicho, la ayudará a conseguir su sueño. La música es apenas relevante (la de este tipo de películas), algunos personajes y gags son típicos heredados de las series juveniles que pululan por las televisiones de pago a patadas, escenarios ideales e idealizados (me encantan los roles de los institutos y las casas unifamiliares con esos jardines y patios eternos, calles por donde nunca pasa un coche), partidos muy resumidos (salvo el último, que es más largo)… 

        El mensaje es trabajar, superarse, y alcanzar el sueño que tenga cada uno. Eso está bien, y por ello se lo pondría a los alumnos de 1º ESO (creo que los de 2º no la aguantarían), pero los gringos vuelven a fallar en que, si no se consigue, si uno cae, se vuelve a levantar. Eso se echa de menos en este tipo de películas, no hacen películas de “Losers” que llaman ellos. De hecho, hay una escena en que el padre dice que podría haber sido bueno en rugby, pero que, tras una lesión, abandonó y que su tiempo ya pasó. Cosas parecidas se ven en la ya comentada en el blog “McFarland” (2015), y por eso, el mensaje de “Campeones” (2018) me gusta más. Sabes desde el principio como acabará (aunque siguen creyendo que el partido acaba cuando el cronómetro llega a cero, no cuando diga el arbitro). Lo dicho, no deja de ser una película para jóvenes (doce, trece años), con cierto mensaje y sin más pretensiones.
 

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