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domingo, 3 de febrero de 2019

The Wall (1982)



         Hacía tiempo que no me daba una vuelta por las tiendas de Segunda Mano. Siempre que voy, suelo encontrarme algún pequeño “tesoro” por un leuro, dos como mucho. En mi último viaje de exploración, me he encontrado el dvd de la película “The Wall” (1982), perfectamente precintado, a estrenar, por un leuro…

        Esto está tirado, le he comentado al tipo de la tienda. Este es un clasicazo de los buenos. Pero, el tipo, solo se ha encogido de hombros, y me ha reconocido que al dvd le gana casi el 100% por ese precio. Que ya no se vende ni uno, y que cualquier día de estos los pone todos a cincuenta céntimos… Reconozco que eso me ha hecho sentirme un viejo, en un chasquido.

         En mi vida, he conocido a dos tipos que me dijeron, hace poco menos de cuarenta años, que esta película les había marcado, chocado, como ella sola, durante años. Uno fue un profesor de Literatura en el Instituto, que aseguraba haberse leído, analizado, y por supuesto, escuchado, las canciones de Pink Floyd hasta la saciedad después de ver la película. Creía que era una verdadera obra maestra. La otra persona, fue un camarero, donde, entre cafés y más cafés, me comentó que, después de la música de SuperTramp y Alan Parsons Project, posiblemente este álbum (y película) de Pink Floyd era lo que más le había llenado en los Ochenta.


          Siempre creí que ambos exageraban. La película la vi, por primera vez, a mediados de los Noventa, durante la carrera, y no llegó a marcarme tanto como a estos dos referentes a los que hago alusión, aunque reconozco que si me hizo sentir algo incómodo, por lo directo y claro que era el mensaje, supongo.

         Poco más de veinte años después, la he vuelto a ver. Con otros ojos. Y ahora… Ahora si comprendo lo que me querían decir. Tarde, sí, pero, ya se sabe. Es, tremendamente buena.

         Pink es un cantante, con ciertas ideas neonazis, enganchado a las drogas, que se presenta a su público como un dictador clásico (le falta el bigotillo). Se ha casado. Lo han dejado. Su pasado le persigue. La niñez, con un padre muerto en la Batalla de Anzio. Huérfano, solo, incomprendido. La escuela, regida por maestros y profesores malvados, que se reían de él, de sus sentimientos. La sobreprotección de su madre, la difícil relación con prácticamente todo lo que le rodea, su refugio en la televisión (en las viejas películas bélicas)… Todo le lleva a una locura, que, en la cinta se expresa a través de videos musicales, que mezclan, en muchos casos, la imagen con los dibujos animados.

          Es una crítica social en toda regla. Roger Waters lo bordó, con el guion y con las letras del disco (basadas en experiencias personales). Una crítica a la educación de la época, al gobierno, a la guerra, a las falsas relaciones sociales, a la estupidez humana, a los radicalismos, el miedo a la Guerra Fría y a otro conflicto… Pues si… Clasicazo, y Obra Maestra.

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