La verdad es que, cuando veo
una película, al poco tiempo, casi siempre al finalizarla, cojo el teclado y me
pongo a escribir sobre ella… Sobre lo que he visto, y sobre lo que me ha
parecido. Estas pocas líneas a las que os tengo acostumbrados, a los tres o
cuatro incondicionales, que, aún, quedáis por aquí.
Con la película israelí “Aprendiendo
a vivir” (2019), he de reconocer que, después de verla, he dejado pasar un día
de reflexión, que no me ha servido para cambiar mucho de opinión sobre la
misma.
No me malinterpretéis. La
película no es mala, de hecho, me ha parecido muy buena. Pero, algunos de los
hechos narrados, los he visto, los he vivido, y me han llegado a cabrear
bastante verlos en la pantalla.
En “Aprendiendo a vivir”, nos
encontramos con la historia de Asher. Un joven, supuestamente de 17 años, pero
que en la película parece que tiene 25. Asher es el típico alumno maleducado, eternamente
castigado, chulo e irreverente, irrespetuoso con sus compañeros (que, al fin y al cabo, son iguales que él), con el
profesor de literatura (Ramis) que se desvive por enseñarle a él y a sus
compañeros de aula las cuatro cosas que necesitan para pasar la prueba de
acceso.
Por otro lado, tiene otra
cara. Cuando trabaja con su padre, Milo, que ya tiene una edad, en los
andamiajes de las obras, como albañil, es un trabajador loable, al que sus
compañeros respetan y admiran, y que hace un gran trabajo.
El suicidio de su profesor,
hará que algo, muy pequeño, cambié en él. No será un cambio profundo, pero, algo
perceptible, y poco a poco Asher tendrá que elegir por un camino en la vida,
casi sin darse cuenta, lo cual traerá consecuencias…
Me ha llamado mucho la
atención que (algunos de) los problemas de los institutos españoles, son casi
idénticos a los que tienen en esta cinta israelí. Yo, como os comentaba al
principio, he visto situaciones casi calcadas en mis diez años (y trece
centros) como docente por la provincia de Badajoz. He conocidos a varios Asher,
a varios padres como Milo, e igualmente a profesionales como Ramis que se han
dejado las ganas, el tiempo y los recursos (afortunadamente han conservado la
vida) para sacar adelante a alumnos que no querían trabajar, y que, para colmo,
reventaban la clase desde el minuto uno.
Es una cinta de la que sales
con rabia, reflexión, admiración, y con muchos sentimientos, algunos
encontrados. Y, os puedo asegurar, que la cinta no exagera situaciones. Son
reales. Ya me diréis que os ha parecido…
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