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sábado, 16 de febrero de 2019

Aprendiendo a vivir (2019)




          La verdad es que, cuando veo una película, al poco tiempo, casi siempre al finalizarla, cojo el teclado y me pongo a escribir sobre ella… Sobre lo que he visto, y sobre lo que me ha parecido. Estas pocas líneas a las que os tengo acostumbrados, a los tres o cuatro incondicionales, que, aún, quedáis por aquí.

          Con la película israelí “Aprendiendo a vivir” (2019), he de reconocer que, después de verla, he dejado pasar un día de reflexión, que no me ha servido para cambiar mucho de opinión sobre la misma.


         No me malinterpretéis. La película no es mala, de hecho, me ha parecido muy buena. Pero, algunos de los hechos narrados, los he visto, los he vivido, y me han llegado a cabrear bastante verlos en la pantalla.


          En “Aprendiendo a vivir”, nos encontramos con la historia de Asher. Un joven, supuestamente de 17 años, pero que en la película parece que tiene 25. Asher es el típico alumno maleducado, eternamente castigado, chulo e irreverente, irrespetuoso con sus compañeros (que, al fin y al cabo, son iguales que él), con el profesor de literatura (Ramis) que se desvive por enseñarle a él y a sus compañeros de aula las cuatro cosas que necesitan para pasar la prueba de acceso.  

          Por otro lado, tiene otra cara. Cuando trabaja con su padre, Milo, que ya tiene una edad, en los andamiajes de las obras, como albañil, es un trabajador loable, al que sus compañeros respetan y admiran, y que hace un gran trabajo.


           El suicidio de su profesor, hará que algo, muy pequeño, cambié en él. No será un cambio profundo, pero, algo perceptible, y poco a poco Asher tendrá que elegir por un camino en la vida, casi sin darse cuenta, lo cual traerá consecuencias…

           Me ha llamado mucho la atención que (algunos de) los problemas de los institutos españoles, son casi idénticos a los que tienen en esta cinta israelí. Yo, como os comentaba al principio, he visto situaciones casi calcadas en mis diez años (y trece centros) como docente por la provincia de Badajoz. He conocidos a varios Asher, a varios padres como Milo, e igualmente a profesionales como Ramis que se han dejado las ganas, el tiempo y los recursos (afortunadamente han conservado la vida) para sacar adelante a alumnos que no querían trabajar, y que, para colmo, reventaban la clase desde el minuto uno.

         Es una cinta de la que sales con rabia, reflexión, admiración, y con muchos sentimientos, algunos encontrados. Y, os puedo asegurar, que la cinta no exagera situaciones. Son reales. Ya me diréis que os ha parecido…

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