Desde que, con doce o trece años, alguien me regalara “Las extraordinarias aventuras de Adèle Blanc-sec” (1976) de Jacques Tardi (1946), me aficioné a este autor, guionista y dibujante francés, y, a fecha de hoy, tengo gran parte de lo publicado de Tardi en castellano.
En 2013, año en que le
conceden La Legión de Honor de las Artes, comencé con la que iba a ser la trilogía
de Tardi, en la que contaría las vivencias de su padre durante La Segunda
Guerra Mundial. En “Yo, René Tardi 1: Prisionero de Guerra en Stalag IIB”, un
joven Tardi, adolescente, embutido en una boina negra, acompañaba a su padre
por los inicios de la guerra, narrando, a la vez que su progenitor, las
vicisitudes del conflicto, en un cómic mitad documental, mitad biografía, con
mucho de historia de andar por casa, familiar, por medio, y con las
curiosidades de ver los movimientos, los ataques y vehículos, desde el punto de
vista de un tanquista francés (René). Centrándose en las humillaciones y
fatigas que tuvieron que pasar los franceses en el campo de concentración
Stalag IIB. Está dibujado y coloreado en un riguroso blanco y negro.
En el segundo volumen, “Yo,
René Tardi 2. Prisionero de Guerra en Stalag IIB. Mi regreso a Francia” (2015),
Tardi y su padre nos narran la salida del campo, y la vuelta a casa, a una
Francia llena de colaboracionistas que se esconden y comienzan a cambiar de
chaqueta, y donde los antiguos prisioneros ahorcan a guardias alemanes. Como
curiosidad, cambia en este cómic, a raíz de los ajusticiamientos el color de la
historia, del blanco y negro al color, empezando por el rojo de la sangre de
los muertos.
Y, el tercer volumen, “Yo,
René Tardi 3. Prisionero de Guerrea en Stalag IIB. Después de la guerra” (2019)
que es el que menos me ha gustado (no os voy a mentir), nos narra Tardi, como
su padre, que sigue incomprensiblemente en el ejército que tan mal le ha
tratado, cambia su carácter, cada vez más agrio y malhumorado, mientras la
familia intenta aterrizar de todo lo que han pasado, e iniciar una nueva vida
en la nueva situación política y económica francesa, y europea. En este
volumen, Tardi, da vueltas por la Historia, ahora a Napoléon, ahora a la guerra
franco-prusiana, ahora con los chismes de su familia, cambiando su narrador
adolescente, por su narrador niño, y resumiendo perfectamente el problema
colonial francés, que era bien peliagudo y la vuelta a la normalidad del país,
con el terror a una supuesta guerra contra la URSS, y los inicios de la Guerra
Fría. El color, curiosamente, vuelve a ratos al monocromismo (¿Está bien dicho
monocromismo?, bueno, tú me entiendes).
Han sido seis años
siguiendo a Tardi y a su padre, por la Segunda Guerra Mundial (humillaciones, muertos, sin razón...), y años
posteriores, con su infancia, el colegio, y su flechazo por los cómics y los
aviones de papel. Esta trilogía, ciertamente, merece mucho la pena. Por su
originalidad, por el tratamiento de la guerra, por el material que añade Tardi
a los propios cómics. Es, de verdad, una verdadera pasada, aunque el tercer
volumen me haya parecido “menos interesante”, o con menos fuerza. Totalmente,
imprescindible.
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