De los hechos en los que
está relacionado “Sobibor” (2018), la película rusa, he leído alguna vez en
revistas de Historia. Un campo de exterminio, el de Sobibor,
situado en Polonia, creado en 1942, y donde, una vez abierto el Frente Oriental,
los nazis se dedicaron a mandar a judíos soviéticos, gitanos y algunos
prisioneros de guerra. Con el famoso método de las cámaras de gas, basado en la
utilización del Zyklon B, los nazis eliminaron a un cuarto de millón de
personas de distintas nacionalidades en el poco más de un año que fue campo de
exterminio, y posteriormente, de concentración, donde también se guardaban las
armas requisadas y confiscadas a los soviéticos. Al ser uno de los más
numerosos, un grupo de presos (cuatrocientos), liderados por el capitán
soviético Sasha, pudo organizar una rebelión, y posterior huida del campo, a
pesar del fuego de ametralladora que les aguardaba, matando en su escape a
ninguna parte, a varios soldados de las SS. Tras estos sucesos, el propio
Himmler pidió el cierre y arrase del campo, que acabó siendo reaprovechado como
campo de cultivos. Los fugados, fueron traicionados por la población local,
fusilados, arrestados… Solo 58 lograrían sobrevivir a la guerra.
La película viene a
narrar estos hechos, y como siempre me pasa cuando la cinta es rusa, me llaman
la atención algunas cosas desde el principio de la misma, los judíos llegan al
campo de exterminio lozanos, contentos e impolutos, después de haber hecho,
supuestamente hacinados en vagones, cientos de kilómetros para llegar al lugar
donde van a morir. Después vas viendo que la película es dura, aunque hay
escenas, y diálogos, que no tienen mucho sentido, muy teatral en ocasiones, e
igualmente, te das cuenta, que, la música tiene un protagonismo inmerecido en
la historia. En algunas partes, directamente la música sobra (a veces te dan
ganas de quemar los violines), ya que intenta añadir un sentimentalismo que no
hacía falta. Y la presencia mixta de hombres y mujeres dentro del campo también
es algo que me descolocó, siempre he pensado que eran separados a la llegada a
los campos.
Aparte de eso, es una
película que recomiendo. Su falta de prejuicios a la hora de mostrar las barbaridades,
humillaciones y atrocidades, que suceden en el campo, la hacen más creíble, lo
cual se agradece, a pesar de la dureza de algunas imágenes. Una sorpresa para
mí fue ver a Christopher Lambert (que está hecho una mierda) haciendo de
oficial de las SS.
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