Reconozco que llevaba mucho
tiempo sin releer a Lovecraft (1890-1937). De hecho, creo que varios años. Hace
relativamente poco, mi búsqueda de libros interesantes por los puestos de un mercaíllo, me llevaron a adquirir dos
pequeños ejemplares de bolsillo.
“Los mitos de Cthulhu”, que es
un clasicazo, y “Necronomicón: Los mejores relatos”, editados por Brontes en
2014. Libritos baratos, interesantes y fáciles de leer.
Cuando escribo estas líneas, “Los
mitos de Cthulhu” ya han caído, en un par de tardes de piscina, y ando liado
con los relatos del “Necronomicón”, que es un compendio de relatos cortos.
En “Los mitos…”, tenemos “El
color que cayó del cielo”, que es uno de mis favoritos, y del cual Stephen King
escribió una versión para los míticos “Cuentos de la cripta”, “El horror de
Dunwich” que enlaza en personajes y hechos con otras historias del autor (Ay!, Arkham
y sus misteriosos alrededores), “La ciudad sin nombre”, que es bien evocadora,
un magnifico relato sobre los reptilianos (ahora que están tan de moda estos
seres en determinados círculos), y “La llamada de Cthulhu”.
Releer a este autor, por lo
menos para mí, siempre es un placer. Tuve la suerte de descubrirlo bien joven,
con trece o catorce años, justo después de comenzar a leer a Tolkien, y toda
aquella maravillosa literatura fantástica, que caía en mis manos, a mediados de
los ochenta, y de manera paralela, a Edgar Allan Poe. “Las montañas de la
locura” (1931) fue mi libro de cabecera durante unos años, volví a releerlo
justo cuando empezaba mi carrera, y siempre que he tenido algo de tiempo, he
vuelto a él. Lovecraft creó, desde luego, una literatura de terror
impresionante, su propia mitología, partiendo de los miedos del ser humano, y
parece mentira, pero disfrutas con esos terrores atávicos, cada vez que te
acercas a sus líneas.
Si podéis, no dejéis de
leerlo. Por si os interesa esta edición, no es nada cara y está muy bien para
pasar una grata tarde imbuido (y absorto) en la lectura.
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