Los
que habitualmente os pasáis por el Patio-Lavadero a leernos, sabéis, desde hace
algún tiempo además, nuestra predilección en el mundo del cómic por Paco Roca.
Este autor valenciano, que acumula merecidos premios por doquier, es siempre
una caja de sorpresas, y sus cómics suelen ser éxitos rotundos.
(Portada de Las Calles de Arena)
Por
aquí, ya hemos hablado, creo recordar de “Arrugas”, “Los surcos del azar”, “El
juego lúgubre”, “La Casa” (de esta hace relativamente poco hablamos aquí) y “El
Faro”, entre otras obras destacadas, puede ser que se me escape alguna, y si
hay algo que tienen todas estas obras en común, es su capacidad para enganchar
al lector desde las primeras páginas.
La manera de dibujar de Paco Roca es
muy característica. A mi sus viejecitos me parecen casi todos iguales, muy
afables, con cara de picarones y buena gente (Paco, no te enfades, que no es una crítica negativa, solo una opinión. Tú eres un genio macho). Sus protagonistas (masculinos)
son tipos normales, como tú o yo, fácilmente identificables para el lector. Y
sus protagonistas femeninas… ¡Ay!, son todo carácter, a mí me enamoran.
Aún me queda mucho. Muchísimo por leer
de Paco Roca. Creo que aún no he llegado al 40% leído de todo lo que ha
publicado, pero poco a poco, despacito, voy descubriendo más y más de él. Y,
desde luego, todo lo que leo, me encanta.
(Esa torre... ¿Donde la he visto antes?, ¿En Babel el verano pasado?)
Hoy
os traigo “Las calles de arena”, un cómic que ya tiene sus años. La primera
edición es de 2009, pero yo me he hecho con un ejemplar estos meses atrás, y lo
tenía en “Lecturas Pendientes” a la espera de ser leído, analizado, y
disfrutado.
(El aprovechamiento urbanístico para por hacer un buen rascacielos)
“Las
calles de arena” es, en mi opinión, el cómic más surrealista de Paco Roca.
Posiblemente también sea uno de los más surrealistas que jamás haya leído. Es
una historia rara, extraña, pero ¡Ojo!, para nada mala.
(¡Qué manera de llover!)
Nos
encontramos con el protagonista comprando una figura a tamaño real de Corto Maltés, mientras atiende la
llamada de teléfono de su prometida. Esta le recrimina que haya olvidado
(posiblemente) el aniversario de ambos, y que debe darse cita para llegar al
Banco, donde han quedado para pedir un préstamo para un futuro piso. Debe conocerlo
bien, pues acierta el regalo (la figura) que el chico ha comprado para el nuevo
piso.
(Las cañerías, que eran de plomo...)
Para
evitar llegar tarde, el protagonista opta por atravesar el Barrio Viejo, una
zona que no conoce bien, y que, como en una tela de araña, quedará atrapado, igual
que otros personajes, sin poder salir de dicho barrio. La convivencia con los
habitantes del barrio, completamente idos algunos, estrafalarios todos, le irán
cambiando, poco a poco, y se irá adaptando a ese mundo extraño, imaginario y
onírico, del que quiere salir a toda costa… Tiene referencias literarias para
parar un tren, pero personalmente me recuerda mucho a Poe, a Cortázar, y
sobre todo, a Lewis Carroll y su Alicia, ya que en su periplo, como Alicia, se
encontrará con las más absurdas escenas, hechos y ocurrencias.
(Este viejecito me suena...)
P.D: Es cierto, lo reconozco. La foto de la portada del libro es mía. Las otras no. Verá Sr.Juez, tenía que adornar un poco la entrada y busqué aquí y allí, ¿Sabe?, pero lo hice sin mala intención. Las retiro sin problema ninguno y pido perdón.Y es, en ese mismo instante, en que pongo los ojos del Gato con Botas, esos famosos ojos irresistibles.
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