Después de haber leído,
durante los últimos meses, el libro de Ernst Udet “Una
vida en el aire”, la autobiografía de Peter Spoden “Enemigos
en la noche” y las memorias de Wilhelm Johnen “Duelo
bajo las estrellas”, le ha tocado el turno al cuarto libro que me leo,
sobre un piloto de la Luftwaffe, Hans-Ulrich Rudel.
Y, Ojo, no es que yo tenga
predilección por pilotos alemanes. No se trata de eso, y no me malinterpretéis.
Es que hay más Memorias escritas, y traducidas al castellano, de pilotos
alemanes, que de pilotos Aliados, a los que también estoy deseando leer. Y aquí ya comentamos, en su día: "Piloto de Spitfire" de David Moore Crook.
Las memorias de Hans-Ulrich
Rudel (1916-1982), “Piloto de Stukas” (Editorial Acervo, 2015) publicadas en
Alemania en 1966 (con cierto escándalo e interés en su día, a partes iguales) tienen
el subtítulo pomposo de “Memorias del soldado más condecorado de Alemania”. No
en vano, Rudel, fue el único combatiente del lado alemán en recibir la Cruz de
Hierro con Hojas de Roble en Oro, Espadas y Diamantes, tras destruir más de
quinientos tanques, el acorazado Marat, un crucero, casi mil vehículos y más de
ciento cincuenta puestos de artillería, a bordo de un Ju-87, o bombardero en
picado “Stuka”, del que fue un verdadero conocedor.
En el libro, con prólogo del
coronel de la Luftwaffe, Von Below (1907-1983), con narrativa atropellada,
Rudel nos narra sus comienzos en 1936 en el ejército alemán, y las pocas
opciones que tenía en un principio, donde nadie creía en él, como piloto de la
nueva Luftwaffe que se estaba entrenando para lo que iba a venir. Pronto, se ve
desplazado al Frente Oriental, y el lector percibe que se salta muchos detalles
y actuaciones, centrándose muchas veces en pequeños detalles, y dando por hecho
que el lector sabe de qué fase de la guerra estamos hablando. Un lector que no
conozca la Segunda Guerra Mundial, y su desarrollo en el Frente Oriental, puede
perderse con facilidad.
Rudel tuvo como base de
operaciones cerca de cuarenta aeródromos desde que entró en combate. Pues su
presencia, como hábil eliminador de carros era requerida constantemente a lo
largo de todo el Frente, atacando igualmente a columnas de soldados como barcos
de guerra mientras en su libro ataca, y ve como una amenaza mundial, el
bolchevismo de la URSS.
Es un libro entretenido, con
pocas fotos (escasamente cinco o seis) lleno de acción y curiosidades, con
algunas lagunas (no nos habla de su mujer, aunque sí que se casó durante el
conflicto o sus propias ideas más allá del conflicto, aparte de su anti-bolchevismo).
Al terminarlo, me ha dado por buscar más información de Rudel, guiado por una
frase que tiene en la contraportada del libro que reza: “Las páginas de este
libro no deben interpretarse como glorificación de la guerra y tampoco tienen
la intención de rehabilitar a cierto grupo de personas y sus sistemas”, firmada
por el propio Rudel, para descubrir en la sufrida Wikipedia, en que el tipo en
realidad nunca no solo se arrepintió de su pasado nazi, sino que siguió
ayudando y frecuentando a antiguos camaradas, perteneciendo a un grupúsculo de
extrema-derecha hasta el día de su muerte.
Es muy curioso que, al igual
que Otto
Carius (del que me quiero leer otra biografía en los próximos meses),
ignora los campos de concentración (dice que no ha oído hablar de ellos), que
no condena, sino que se va por las ramas, acusando a soviéticos de lo mismo (refiriéndose
a gulags o campos de prisioneros de la URSS), o remontándose a la Guerra de los
Boers. O, antepone la defensa de Alemania al seguimiento de cualquier partido
político (refiriéndose al nazi), aunque ve a los jerarcas nazis como grandes
jefes, y mejores personas. Aun así, también es cierto que no he encontrado
evidencias de antisemitismo en el libro.
Lo dicho: Para interesados en la Segunda Guerra Mundial. Rudel no era un gran escritor, pero tiene partes que son bastantes didácticas, mientras que otras, las encontraréis absolutamente caóticas.
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