Desde hace unos años,
tenía unas ganas horribles de leerme este libro. “Memoria de un francotirador
en Stalingrado” (Planeta, 2019) de Vasili Záitsev,
archiconocido francotirador gracias a la película de Arnaud, “Enemigo ante las
puertas” (2001). Ni que decir tiene que el libro, las memorias de Záitsev son
muy diferentes de la historia que se nos cuenta en la película.
Max Hardberger
(escritor esporádico y aventurero, podían haber elegido a alguien mejor, con todos los respetos, para hacer este cometido) lo recalca en el prólogo, en el que se nota
que no le cae bien Arnaud ni su película, a la que tacha de anti-comunista,
incluso niega que la famosa escena en la que la NKVD y los comisarios políticos
ametrallaban a los que huían del frente fuera real, ya que el propio Záitsev no
lo mencionaba en sus memorias. Pero, es curioso, como en la última página del presente
libro, que contiene dos anexos o apéndices (el primero es un artículo publicado
para una revista militar soviética, donde se aportan datos y hechos no narrados
en sus memorias; El segundo es la Orden 227 del 28 de julio de 1942, en la que
Stalin habla de la defensa de la URSS y cita una serie de instrucciones a llevar
a cabo) se habla precisamente de ejecutar estos actos, en caso de que la
soldadesca u oficiales flojeen en el cumplimiento de su deber, que era defender
la URSS. Lo que si es cierto, es que, al contrario que en la película, Záitsev
se nota que amaba el sistema político-económico de su país, estaba orgulloso de
la URSS, y en el frente se movía como pez en el agua.
El prólogo de Max Herderberger es prácticamente atacar la película de Arnaud (que estamos de acuerdo, se toma muchas licencias), y que se contradice con lo que publica Stalin en su Orden 227, publicada al final del libro.
La narración de Záitsev
comienza en los Urales, donde se cría prácticamente en un bosque, matando lobos
y todo lo que se movía en compañía de un primo miope con el que se partía la
cara cuando se aburría. El abuelo, su maestro, era un pagano que practicaba
ritos antiguos, y su abuela una beata ortodoxa de la que se reía el abuelete
cuando hablaba de “la segunda vida”.
Falta el primer punto de la Orden, pero esto viene a contradecir al prólogo del propio libro. Esta Orden 227 venía a decir que se despidiera de esta existencia quien diera un paso atrás.
Posteriormente, nos lo
encontramos en Vladivostok, en la Flota del Pacífico, pero pronto salta con sus
compañeros marineros a defender Stalingrado de los alemanes. Allí verá morir a
muchos amigos, y se convierte en francotirador al abatir a tres enemigos que
estaban donde Cristo dio las tres voces de lejos, con tres balas. A raíz de
ahí, le salen un par de ligues enfermeras, pero como vienen se van. Y él solo
tiene en la cabeza su rutina de matar sus cuatro o cinco nazis diarios antes de
irse al catre, que solía ser un par de cajas de municiones vacías y alguna
manta que pasaba por allí. En el frente comienza a formar a francotiradores,
llegó a tener hasta una treintena de alumnos.
El libro está muy bien
porque Záitsev narra su día a día, sus esperas de horas antes de abatir al
enemigo, los errores más comunes que tiene el enemigo, o el propio
francotirador que puede pasar de cazador a presa con mucha facilidad. Llegó a
eliminar a 242 enemigos, incluyendo a diez francotiradores durante la batalla
de Stalingrado, hasta que un mortero lo retiró herido. Perdió la vista durante
un tiempo, pero recuperado, fue condecorado, ascendido, escribió el presente
libro, y volvió al frente a acabar la guerra, aunque no en primera línea (esto
ya no se cuenta en el libro, que acaba con el tema de las condecoraciones).
Las memorias de Záitsev
no me han defraudado. Son muy interesantes, fáciles de leer, ya que va al
grano, y tienen algunas fotografías centrales, aunque pocas en mi opinión.
Al final del libro,
están los dos apéndices a los que hacía referencia. El primero, añade más de
información a sus andanzas, y el segundo (el de Stalin) muestra el coraje y
predisposición del Partido por defender el país y echar a los nazis de la URSS
cueste lo que cueste. Decididamente, es un libro muy didáctico y ameno. Záitsev
no fue el mejor de los francotiradores, pero si, quizás, uno de los más mediáticos,
y leer sus memorias merece la pena.
Tras finalizar el conflicto, volvió a la vida civil como ingeniero. Záitsev falleció diez días antes del colapso y desaparición de la URSS. Está enterrado en aquella colina que con tanta saña defendió.
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