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martes, 11 de agosto de 2020

Badland (2019)



        Es raro que hoy en día te encuentres que se estrena una película del oeste, un buen western, o al menos, sin que sea bueno, uno. Es un género que ha pasado de moda, y en los últimos cuarenta años solo tenemos una docena de buenos westerns, y quizás tirando por lo alto.

        “Badland” (2019) es una película del oeste que he visto hoy. Una película entretenida, pero sin llegar a tirar cohetes, en el que nos encontramos a un detective de la Pinkerton que busca a antiguos oficiales del bando confederado, acusados de crímenes de guerra.

         El año no nos lo dicen, pero posiblemente estemos en la década de 1880-1890. Mathias Breecher es un antiguo soldado, debió ser muy joven en la guerra, porque sigue siéndolo cuando ahora ejerce su trabajo, a pesar de tener el cuerpo como un colador. Con un buen puñado de carteles de “Se busca” en las alforjas, va de aquí para allá, localizando y eliminando a dichos criminales, que normalmente no se dejan matar. De vez en cuando, se cruza con un indio, metido a cazarecompensas, con el que mantiene filosóficas conversaciones, sobre el futuro y sobre la posibilidad de matarse mutuamente un día de estos.

          La película dura dos horas, a la que como habréis adivinado, le sobra media hora de metraje largo, y está dividida en episodios. Y este, quizás sea el primer error de “Badland”, que quiere contar muchas cosas en dos horas, y claro, no da. Daría para una miniserie de ocho o diez capítulos, ya que el espectador se queda con muchas dudas sobre el personaje, los horribles crímenes que realizaron sus perseguidos durante la guerra, de qué carajo va realmente el indio (que es cómo el Guadiana, aparece y desaparece, y al parecer no hace bien su trabajo) o los comederos de tarro, que, al parecer, tiene el pobre Mathias, que lo único que quiere es comprarse un rancho y perderse… Es lo que tiene ser tan empático.

        Otra cosa que suele llamarme la atención en este tipo de producciones, es el atrezzo. Terence Hill nos demostró en “Le llamaban Trinidad” que el pistolero, el vaquero o el hombre que vagaba por el Oeste americano, era un guarro de campeonato. Era malhablado, no muy educado y se bañaba cuando podía o quería, lejos de esa imagen de camisas recién planchadas que John Ford o John Wayne nos quisieron vender hasta la saciedad hace sesenta- setenta años. No, amigos, no. El pistolero, o el detective de la Pinkerton, como es este caso, no se cambiaba a diario de ropa, ni todos iban con revólveres con empuñadura nacarada, y el pelo limpio y la barba peinada. Tanto despliegue de colores, tanto vestuario, echa para atrás.

        En “Badland” cobra demasiado protagonismo la música. Demasiado, hasta la saciedad, tanto que casi le roba los planos a los personajes. Y no es mala música, ojo, pero no… Es otra cosa que me ha chirriado.

        En fin, si te gustan los westerns, “Badland” tiene los elementos de los clásicos, aunque hay algunas “misiones” tipo “El Equipo A”. Las pocas escenas de acción no están mal, y para mí siempre es un placer ver un buen western, aunque este no pase del meritorio cinco.

         P.D: La cantidad de tiempo que no veía una película con la presencia de Mira Sorvino, y mira tú por donde…

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