“El hombre del laberinto”
(2019) no te va a contar nada nuevo. Típica película sobre secuestros de psicópatas
o sociópatas disfrazados. Con un gran mundo surrealista interior, que quieren
compartir con los demás, y de paso volverles locos sino matarlos por el camino.
Una chica es secuestrada. Al
cabo de quince años, reaparece en pelotas en medio de un bosque. Un testigo
dice, que, junto a ella, había un enorme conejo de ojos rojos. A raíz de la
aparición, y mientras la chica debate con un psicólogo (que es el reclamo de la
película, Dustin Hoffman) sobre su ausencia y su vida en un extraño laberinto,
el detective privado (Genko, Munster para los amigos) que contrató la familia
en su día, también se “activa” a pesar de tener una enfermedad del corazón, que
es terminal.
Cuanto más avanza la trama
separada de ambos, del psicólogo y del detective, más rocambolesca y extraña se
vuelve la historia, y nada es lo que parece mezclando lo real con la más pura
fantasía.
No es una película que me
haya gustado especialmente. Hay un refrito de muchas películas americanas (esta
cinta es italiana), tantas, que necesitaría varias líneas más para nombrarlas
(y no estoy por la labor), pero las reflexiones filosóficas en coche son muy de
“Sin City” y el final deja algunas puertas abiertas… ¿Qué si le sobra metraje a
esas dos horas? Hombre, eso no se pregunta a estas alturas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario