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domingo, 7 de junio de 2020

La Guerra de Alan. Según los recuerdos de Alan Ingram Cope (Salamandra Editorial, 2019) Emmanuel Guibert



        Leer “La infancia de Alan” hace unos pocos meses, me ha llevado a engancharme a esta trilogía del francés Emmanuel Guibert, compuesta por el citado libro, este que os traigo hoy: “La Guerra de Alan. Según los recuerdos de Alan Ingram Cope” (Salamandra Editorial, 2019) y “Martha y Alan”, que cierra la serie, y del que os escribiré una entrada en breve.

        Guibert iba un buen día por la Isla de Re (Francia), cuando se encontró con una pareja de ancianos con los que pronto trabó amistad. Ella era francesa, y él era un estadounidense que había “combatido” en la Segunda Guerra Mundial (no pegó un tiro, e iba de aquí para allá conociendo gente). A Guibert, el señor, llamado Alan, le pareció muy interesante. Tanto, que decidió grabar las conversaciones que mantenía con él, con el fin de sacar un cómic sobre su vida, basándose, igualmente, en una serie de fotografía que el propio Alan le enseñaba.

        Alan Ingram Cope no tuvo una vida interesante, a pesar de que se codeó con gente, que a su vez se codeaba con gente más importante (como Octavio Paz o Henry Miller). Con dieciocho años, es llamado a filas, tras el ataque de Pearl Harbor, sin saber ni siquiera donde estaba situada la Base Naval estadounidense.

        Tras una instrucción de años, donde ejerció hasta como profesor de códigos de radio, es mandado “al frente” francés, en febrero de 1945, con la guerra prácticamente terminada, donde formará parte de un grupo de tanquistas. La Guerra de Alan no fue nada interesante, fue anodina y sin heroicidades, pero tuvo anécdotas dignas de contar.

        Tras la guerra, fue de aquí para allá, sin encontrar su sitio en el mundo, mientras rompía compromisos matrimoniales, se casaba para divorciarse poco después, y trabajaba de lo que le iba saliendo mientras estudiaba alfarería. Cansado de la sociedad, que él define como “fundamentalista cristiana” de su país, decide instalarse definitivamente en Francia, donde se jubilará para dedicarse a su huerto. Alan no llegará a ver su vida en cómic, pues falleció (1999) pocos meses antes de que el cómic saliera a la luz.

        El cómic va variando en estructura según avanza. Seis viñetas uniformes, cuatro horizontales, grandes planos sin fondos, con un blanco y negro riguroso que se rompe en las últimas páginas de la edición, antes de pasar a un conjunto de fotografía antiguas del protagonista. Rezuma melancolía y “oportunidades perdidas” por los cuatro costados. El protagonista estaba convencido de que su vida no había sido interesante y que había perdido muchos trenes, pero al lector no le da esa sensación por mucho que ese sentimiento se repita, sobre todo después de la guerra en su deambular y en su relación con amigos, mujeres y familia.

        Me ha parecido un cómic muy interesante, y creo que la labor es titánica, ya que, una vez leídas las dos primeras partes, me imagino el trabajo para organizar la memoria de Alan, que da algunos botes en el tiempo para explicar mejor unas partes que quedan colgadas, mientras cierra círculos. Su vida, a pesar de ser algo discreta y simple, no me ha parecido aburrida, y mi interés por el cómic ha ido creciendo según leía.

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