“Come to daddy” (2019) es
una película rara de narices. Norval es un chaval que ha pasado problemas con
el alcohol. No ve a su padre desde que tenía cinco años. Un buen día recibe una
carta en la que le insta a que se reúna con él, en una cabaña en el bosque.
Norval, para intentar aclararse, y de paso estar con su padre, acepta la
invitación. Llega al lugar tras atravesar medio bosque, para descubrir que su
padre es un tipo irascible, alcohólico y violento. Un día, al padre le da un
buen yuyu, y cae fulminado por un paro cardíaco.
Entonces, comienza el
surrealismo en lata, con un policía afroamericano que se comporta de manera
extraña, una forense aún más rara y situaciones y diálogos absurdos. La
película se vuelve lenta, aburrida y empieza a perder ritmo, y para mí,
bastante interés, ya que cambia de género repentinamente, con una casa que hace
ruidos en todo momento (por un motivo concreto), y con el descubrimiento, por
parte de Norval, de que su padre no era, en realidad, su padre…
Al final, el disparate se
acrecienta, con unos giros de guion increíbles, y llegando a la absurdez en
muchas escenas. Esos cambios de género dentro de una misma cinta, mientras no
nos crece el pelo ni nos sale barba durante días y días, no los digiero bien.
Como decía al principio, es rara de narices. Quizás en otra época, me hubiera
atraído más. Hoy, no. La dejo a vuestra elección.
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