Esta semana, después de
esperar un año y pico, me he tragado la tercera temporada de “Westworld” (2020).
Le dediqué una entrada a la Primera
Temporada, pero no a la Segunda porque me dejó un tanto frío con tantísimos
giros de guion, y preferí solo hacerle una mención a la vez que a “Vis a Vis”
en su día.
La tercera temporada me
ha dejado con la misma cara de idiota que me dejó el final de la segunda. La
historia se complica y se enreda muchísimo, con unos anfitriones, guiados por
Dolores, la androide revolucionaria, que, escapada del parque de Westworld,
intenta buscar un lugar para su especie en el mundo de los humanos. Para ello,
deberá guiar a un pequeño grupo, copiar a humanos y destruir lo que parece ser
el cerebro del mundo humano, una inteligencia artificial que planifica la vida
de todo bicho viviente o androide., provocando para ello, la anarquía entre la
humanidad.
A la serie se ha incorporado
Aaron Paul (“Breaking Bad”, “El
camino”) que siempre pone la misma cara de sorprendido, y de alelado, en
los ocho episodios que componen la tercera temporada. Un virtuoso de la expresión. A Westworld ni lo
olemos, ya que prácticamente toda la narrativa transcurre en los recovecos
mercantiles, bursátiles, del mundo humano (localizaciones en Valencia), y en
Warworld, un parque con temática de la Segunda Guerra Mundial (rodado en un
pueblo catalán bastante bonito y pintoresco).
La vorágine de muertos,
resucitados y de malvados planes que se trastocan y que vuelven a reiniciarse,
así como algún episodio de relleno (el cinco es mortalmente aburrido), hacen
que mi interés por “Westworld” haya caído bastante, y no sé si me animará una
Cuarta Temporada, que al parecer está prevista para 2022, y que me barrunto,
será en el futuro, por lo que se ve en las escenas finales del octavo episodio…
A ver que nos encontramos entonces…
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