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jueves, 14 de mayo de 2020

Los últimos de Filipinas (Cascaborra, 2020) Fernando Llor, Raúl Orte,



        “Los últimos de Filipinas” (Cascaborra, 2020) es el tomo 22 de la colección “Historia de España en viñetas” de esta gran editorial que es Cascaborra, que vuelve a apostar una vez más, de manera didáctica, por enseñarnos un episodio de la Historia de España a través de algo tan divertido y ameno, como es el cómic.

        En esta ocasión, el tomo viene de la mano de Fernando Llor (guion, ya hablamos de otro cómic suyo en "La pieza"), José Raúl Orte (dibujo) y Jorge Martínez (color), con un artículo final, que siempre se agradece, por dar un poco más de luz al acontecimiento, de Miguel Ángel López de la Asunción.

        Nos trasladamos a Filipinas (1898), donde en el marco de la guerra hispano-americana, un pequeño destacamento español intenta sobrevivir, incomunicado, a los asedios a los que son sometidos por fuerzas independentistas filipinas, en la iglesia de la pequeña población de Baler. Ellos no saben que la guerra ha terminado, y resisten estoicamente, en espera de refuerzos o de ordenes oficiales que les permitan retirarse. Mientras que el miedo, la enfermedad (Beri-Beri), las dudas y el hambre, juegan igualmente en su contra.

        El cómic se centra en las explicaciones del teniente Martín Cerezo al coronel Francisco Rosales en el llamado Expediente de Manila, un mes después de la rendición de la plaza, y en el cual se rememora el suplicio pasado por los soldados españoles. Así, en boca del teniente, revivimos los ataques de los filipinos, los fusilamientos, el hambre y la desesperación, los bultos por el cuerpo producto del Beri-Beri, o anécdotas que yo desconocía, como la visita de un marino estadounidense que les invitó a rendirse en francés…

        La narrativa sabe usar muy bien los silencios en determinadas viñetas, y su lectura es fácil y fluida, te engancha desde el principio. También es debido a que el tema atrae, creo, a cualquier aficionado a la Historia, y siempre es bueno recordar aquella hazaña con una buena lectura, y el cómic sabe hilar muy bien los acontecimientos, basándose en un dibujo muy sencillo, sin grandes fastos, pero emocional como él solo. No necesita más para transportarnos a aquella iglesia de Baler.

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