Tenemos que partir del
punto de que “Blue Story” (2019) no es original. No es original en su trama, ni
en su planteamiento, ni en su desarrollo, pero tiene algo que me ha gustado,
que me ha tenido enganchado la hora y media a la pantalla.
No tengo claro si es que
la voz en off sea un rapero que te va contando la historia, la propia música, o
que la historia transcurra en Londres, donde el porcentaje de criminalidad sube
por días, a un ritmo imparable.
La trama gira en torno a
dos amigos, criados desde pequeños. Estudiaban juntos, se defendían, jugaban.
Las bromas, las chicas, el barrio como frontera. Uno es de una zona, el otro de
la contraria. En ambos hay pandillas enfrentadas. Marco es el hermano del líder
de los Peckham, pero en un principio pasa de líos. Su amigo Timmy vive en la
zona de los Guettos, pero igualmente pasa de malos rollos.
Sin embargo, la
violencia, los cuchillos y los tiros están al orden del día. Hay heridos,
muertos, atracos, peleas territoriales a diario. Más pronto que tarde, a ambos
chicos les pilla la vorágine de las pandillas. Marco es atacado por unos tipos
del barrio de Timmy, rompiéndole el brazo. Timmy no ha tenido nada que ver,
pero Marco se la jura a Timmy. La violencia se desata, inevitablemente, y los
muertos empiezan a servirse en bandeja.
La película está basada
en un musical de un tal Rapman, que está colgado en YouTube, y que yo,
personalmente, ni conozco ni he visto. Me ha entretenido algo más que el resto
de las películas del género, como os comentaba, y no estaría mal que la vieran
los jóvenes, sobre todo para que se dieran cuenta del sinsentido de la
violencia, la gilipollez de pertenecer a una banda, y de cómo te puedes
complicar la vida por cuatro tonterías.
P.D: El día del estreno,
ya hubo disturbios en Inglaterra. La gente está mal de la cabeza.
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