Extraña y plomiza
película “La Virgen de Agosto” (2019), en la que una chica, Eva, madrileña,
decide quedarse en Madrid en agosto. Hasta aquí todo bien. Lo puedo llegar a entender
perfectamente. Ahora, se cambia de casa, durante un mes (agosto), en su propia
ciudad.
Y comienza a encontrarse
con toda una serie de personajillos, (sin contar con el casero, que compite
conmigo en biblioteca), que, como ella, pululan la ciudad en agosto, mientras
da vueltas por ahí, y se va encontrando con verbenas, museos medio vacíos,
calles calurosas…
Hippies, bebés que comen
sandía en piscinas de plástico, británicos (un galés y un inglés, que aparecen
y desaparecen de la historia) que cantan canciones de la Guerra Civil,
reflexiones histórico-filosóficas, tardes de meriendas en el río, cine
vespertino, Reikki y terrazas de verano, exnovios y sexo…
La verdad, es que,
después de dos horas de película, me he dicho: ¿De qué iba? No podría ponerla
en pie. Muchas cosas de las que se muestran te pueden pasar, pero… ¿Y qué?, no
me ha llegado a comunicar nada, no sé… La dejo a vuestra elección.
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