“El silencio del pantano”
(2019) no es una película que te vaya a contar algo nuevo, o por lo menos, a mi
me ha parecido ver, y leer, esta historia muchas veces, de distinta manera
narrada.
Tenemos a valenciano “Q”,
que es un periodista, que se ha reinventado como escritor de novelas negras. En
sus dos libros, que tiene de telón de fondo su ciudad natal (a la que conoce
muy bien en todos sus entresijos) habla de las corruptelas (sobre todo
políticas), de las ambiciones de muchos de sus habitantes, y de asesinatos…
Asesinatos que no parecen tan ficticios, al fin y al cabo.
“Q” necesita vivir la
experiencia que narra en sus libros en primera persona, a través del secuestro,
a través de la violencia y el asesinato, desde una casa que se cae a cachos en mitad
de un pantano. Para su segundo libro, secuestra a un antiguo diputado,
catedrático de la Universidad, corrupto hasta la médula. Hasta ahí todo claro.
Después empiezan las subtramas de los barrios bajos, la droga, el mercadillo,
los diálogos casi incomprensibles de algunos actores, y ya es como si te
hubieras montado en una montaña rusa y te diera la sensación de que hay cosas
que no acabas de pillar bien, más allá de los tejemanejes de unos y otros, con
casos de corrupción urbanística (con claras referencias al politiqueo
valenciano de los últimos años).
Tiene un par de giros
interesantes. Un tanto inverosímil la forma en la que se unen las tramas
finales, pero no está mal. Se deja ver en mi opinión, pero sin tirar cohetes. La primera media hora
parece una cosa, y después es otra, pero como decía al principio, ya contada, o es lo que me parece. El final, bien raro.
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