Durante esta semana, me
he estado tragando los ocho episodios de la primera temporada de “The Big Show
Show” (Netflix, 2020), una divertida serie que gira en torno a la figura de la
lucha libre “The Big Show”, que no sé si está retirado o no, porque hace casi
quince años que no veo ni “Raw” ni “Smarckdown” por horarios, y por
aburrimiento básicamente.
La serie es una típica
sitcom, muy básica y muy sencilla en su planteamiento, y quizás esa sea la
clave de su éxito (a mi parecer). Tenemos a “Big Show” retirado de la lucha
libre. Vive en Tampa, Florida. Está casado de segundas, y con su segunda mujer
tiene dos niñas. Su hija mayor vive en Minnesota, la ex de Big Show, pero su
madre se traslada a Bélgica y ella prefiere quedarse con su padre.
Una vez todos reunidos en
la típica casa americana de madera, de esas que se llevan los huracanes nada
más tocar tierra, viven una serie de gags, protagonizados por el propio Show,
que cae simpático con sus más de doscientos kilos y sus inocentes comentarios,
su mejor amigo (que es Urkel), luchadores de la WWF que salen esporádicamente o
su mujer, que se tira todos los episodios intentando vender una casa encantada.
Las subtramas de las hijas
no enganchan tanto, salvo la de la hermana mediana, que tiene un eterno debate
con su novio por ser representantes escolares en el instituto. La serie está
enfocada a un público joven, con un humor muy blanco, y si no fuera por el
enganche de Show, no llegaría a mucho. Entiéndase que no es para tirar cohetes,
pero mantiene un nivel dentro de su sencillez, y no me extrañaría que tuviera
una segunda temporada.
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