“Las águilas de Roma.
Libro I” (Norma, 2018) es lo primero que me he comprado de Enrico Marini, y la
verdad es que me ha encantado, no os voy a mentir. Este primer tomito, de cuarenta
y ocho páginas, comienza con un mapa de lo que era el Imperio Romano en tiempos
de Augusto. Nuestra historia comienza en Germania, en el año 9 A.C. Druso, tras
tres años de encarnizadas luchas, logra la paz con las tribus de Sugambros,
Tencteros, Usipetes y Queruscos (estos últimos, también enemistados a su vez
con los Suevos, por territorios).
Para confirmar la Paz, el
joven príncipe querusco Ermanamer, se irá a Roma, donde será educado como un
romano. Una vez allí, se le da un nombre romano, y se le adjudica, para ser
educado, a un patricio, un militar romano retirado, Tito Valerio Falco, con
cuyo hijo Marco, comenzará llevándose mal.
A Ermanamer, le cambian
el nombre por el de Gaio Julio Arminio, y será trasladado a la villa de Tito
Valerio, donde comenzará junto al joven Marco, un entrenamiento muy duro. Lo
que era una enemistar y un odio declarado, se transforma en un respeto mutuo,
hasta que los dos jóvenes se juran como hermanos de sangre. En la villa, la
hermanastra de Marco, que es una arpía, confabula contra Albinia, que fue una
antigua princesa germana, y ahora, romana, es la madre de Marco. Los años
pasan, y ambos se transforman en fuertes guerreros, soldados que visitan los
lupanares de Roma, y terribles adversarios.
El cómic está francamente
bien. No es un cómic histórico, y las tramas son sencillas, con malos muy
malos, y buenos muy irreales. El dibujo de Marini es muy bueno, y la historia
tiene acción a raudales, bastante sexo que no viene a cuento, y un interesante glosario
de palabras latinas y germanas, en el final del cómic. Los flashbacks son
abundantes, pero no te pierdes con ellos, y te van dando píldoras de la
historia que no conoces de momento. Me ha recordado en un par de detalles al
clásico “Ben-Hur”, y sospecho, que, el resto de la colección, me va a gustar.
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