Llevo varios meses escuchando
que “Ad Astra” (2019) es un peliculón. Una gran película de Ciencia Ficción,
protagonizada por Brad Pitt. A mí, después de ver los avances de la película en
el cine, no me convenció. Y hoy, por fin, me he decidido a alquilarla, y,
efectivamente, amigos, no me convence ni a la de tres. Atención,
reviento varias partes de la trama en esta entrada. Bueno, en realidad, toda la
película.
Hay películas que tienen de tras
a una serie de críticos, supongo que pagados, para decirte que una u otra
película es la hostia. Desgraciadamente, yo no soy uno de ellos (y eso que
necesito la plata). Con “Ad Astra”, te encuentras a Roy (Brad Pitt), un
astronauta que nunca supera los ochenta latidos, aunque se esté cayendo de una
torre de comunicaciones que explosiona (¿¿En el espacio??) de 200 o 2000 km de
altura.
El caso es que, al nene,
después de una hostia desde la estratosfera o de la troposfera, sin un rasguño
y con un paracaídas de cartón piedra, le encomiendan la malvada misión de ir a
buscar a su propio padre a Neptuno, adonde fue a comprar tabaco (él decía que a
buscar extraterrestres) hace treinta años, y no ha vuelto. De vez en cuando, él
tiene recuerdos de su pasado, durante toda la cinta, tipo “Solaris”, que te hacen
creer que aún hay esperanza de ver algo bueno, pero no amigos… No os
ilusionéis.
Primero, hay que ir a la Luna,
y desde allí a Marte, para ver si se le manda un “guasap” a Neptuno, para
tantear el negocio. Y tú te preguntas si no sería más sencillo mandar un
mensaje primero a la Luna o a Marte, y desde allí que se lo manden a los
Neptusianos. El caso, ya en la Luna, hay un ataque de piratas lunáticos en los
que los militares demuestran que ser unos fantoches que no hacen nada ante un
ataque, salvo gritar y decir gilipolleces. Prácticamente, el bueno de Roy salva
la situación en una interesante escena.
Después, se mete en una nave,
con destino a Marte, donde la tripulación es completamente inepta, por variar,
mientras la voz en off de Roy nos informa, como si estuviera en un bar de Jazz
a las dos de la mañana. De camino a Marte, una nave en apuros les manda un
mensaje de auxilio. Al no tratarse de la “Nostromo”, sino de una nave noruega, deciden
pararse a ver que les pasa. Y, lo que les pasa, es lo más normal del mundo.
Unos monos espaciales han tomado el control de la nave, y se cargan a todo el
que se acerca a hacer preguntas, incluyendo a Testigos de Jehová y a vendedores
de seguros. Por supuesto, Roy vuelve a salvar, una vez más, la situación. Así
como el aterrizaje en el planeta rojo, donde la tripulación se lo hace encima a
las primeras de cambio.
Una vez en Marte, llevan a Roy
a la radio, a que grabe un mensaje para su padre, invitándole a participar en
un “reality” del tipo “Hay una carta para ti” o algo parecido, pero sin Isabel
Gemio. Una auténtica estupidez. Va muchas veces a la emisora, para ver si el
padre se viene a buenas, y acepta la invitación. Y cuando la aceptan, le dicen
que el programa cierra por falta de audiencia. Pero, en realidad, lo que sucede
es que han descubierto que el padre de Roy está zumbado, de ver tantos
programas de “Alienígenas ancestrales”.
Resumiendo, pues. La película
es un coñazo de dimensiones épicas, por mucho que nos intenten vender la moto.
Le sobra media hora larga, y aún así bostezarás como un perezoso en un
eucalipto. Mal argumentada, bien técnicamente. Habrá escenas, como la de los
piratas lunáticos y los monos espaciales, que te quedarán con el culo torcido
de lado a lado, pero poco más…
1 comentario:
Soporífera y aburrida. El papá y el nene podrían haber arreglado sus traumas familiares en el psicólogo del barrio y no irse tan lejos.
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