Quizás la película
argentina “La Educación del Rey” (2017) no sea una historia nueva, a mi me
recordó, a grandes rasgos y salvando las distancias, y no os riais, a “Capitanes
Intrépidos” (1937), película que vi muchas veces en mi niñez. En el meollo, en
lo que quiere contar de fondo. Tanto es así, que, ya, desde el minuto diez de
cinta, ya me dije: Ya sé cómo acabará todo esto.
Aquí tenemos a un joven
de dieciséis años, Reynaldo, que es la copia argentina de Gabino Diego con
cincuenta años menos. Al joven Rey, se le fastidia su primer trabajo en el
mundo de la delincuencia juvenil, siempre tan versátil, y acaba (como un
elefante en una cristalería) en el patio trasero de un guardia jubilado, que,
desde que no labora, tiene cara de perro. A cambio de que no lo delate, Rey
llega a un acuerdo con el viejo, y trabajará para él arreglando los
desperfectos.
Como es de esperar, entre
los dos surge una amistad sincera, una relación simbiótica, en la que el viejo
quiere ayudar a Rey a salir del mundo que le espera, y Rey se deja ayudar,
aunque tiene que arreglar algunas cositas pendientes…
“La educación del Rey” es
una película interesante, sin llegar a ser Cine Social (¿O tal vez si?), tiene
algo de drama adolescente que me gustaría que vieran mis alumnos. De Justicia a
lo lejano Oeste, de amistad entre viejo sabio y “pescadito”, que, tozudo en un
principio, aprende y madura junto a él, y abre los ojos. El final, esperado.
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