“Taxi a Gibraltar” (2019)
es un truño. ¿Y si es un truño, por qué carajo la ves? Porque hay que ver
también truños, para distinguirlos, entre la vorágine que me ofrece la parrilla
televisiva un sábado por la tarde.
Lo primero que nos cuenta
la película es, que, en las cárceles españolas, te pueden dar una paliza y
clavarte un pincho hasta matarte, en las duchas, con el beneplácito de los
funcionarios de prisiones. Después, por un lado, tenemos a León, un taxista malcarado,
arruinado y amargado. Por otro, a un argentino guapo y embaucador, que acaba de
salir de la cárcel, y está arruinado, Manfredi. Y, por último, a Sandra, una
chica que huye de su pueblo, de su novio loco que corta una carretera durante
horas sin que pase nada, y de los tópicos rurales, que, quizás, sea el personaje
más surrealista de los tres, y ya es difícil.
Manfredi sale de la
cárcel, como digo, y mete a los otros dos en una búsqueda disparatada en busca
de un supuesto cargamento de oro escondido en Gibraltar (a mi también me han
dicho que hay un barco pirata hundido en el Guadiana, con un tesoro español, a
la altura de Badajoz) en una “road movie” sin pies ni cabeza que les lleva al
peñón. En fin: Mucho topicazo, y poco gancho.
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