Dos veces me salió la
bola, en las oposiciones, “Picasso, Dalí y Miró”, y dos veces aprobé dichas
oposiciones (pero sin plaza, en aquella ocasión). Los tres artistas siempre me
han interesado mucho, y tengo varios libros sobre ellos en mis estanterías. El
pasado verano me arrepentí de no haber comprado, en el tenderete de libros de
segunda mano de Matalascañas, la biografía de Llongueras y Dalí, por 2,50
leuros.
Pero, este verano, he
comprado (por un precio similar), un libro que hace unos años fue polémico,
pero que no me interesó en su momento: “Dalí y yo. Una historia surreal”
(Ediciones B, 2008), del escritor belga Stan (“Están”) Lauryssens.
El autor, que él mismo
reconoce ser un mentiroso y un estafador, nos habla de situaciones y anécdotas
del último Dalí, muchas de ellas ya conocidas, ya que le sucedieron a otras
personas, y no precisamente a él.
Con 22 años comenzó en el
negocio de la falsificación de cuadros y grabados de Dalí, hasta los 45 en los
que acabó recluido en varias cárceles españolas. Durante ese tiempo, presumía
de ser solo vendedor de cuadros y obras dalinianas, aunque no había visto, ni
hablado nunca con el pintor surrealista (solo lo vio una vez, ya anciano, en
silla de ruedas). Pasó de hacer agujeros en los quesos (que era su profesión) a
coger aviones transoceánicos como el que bebe café. Inmensamente rico, supo
rodearse de los nuevos millonarios de los años ochenta, y sacarle los cuartos
(dinero negro a mansalva), algo que lo llevaría, finalmente (como digo), a la
cárcel.
Según "Están", hay miles de falsificaciones de "El barco", por todo el mundo... No me extrañaría.
Escritor, periodista, falsificador… El libro es interesante, pero no
para tirar muchos cohetes, se lee en un rato, y para mí, lo más interesante, ha
sido la reproducción de algunos diálogos dalinianos, y la confesión de que casi
toda la producción de los últimos años de la vida del artista, pertenecía, en
realidad, a la mano de los pintores Isidoro Bea, y de Pujol Baladas (conocido
como el Joven Dalí, se fue a México en los ochenta, y creo que no ha vuelto),
junto a otros dos “negros” artísticos (un francés y un norteamericano)… Sus
excesos onanistas, sus fiestas sexuales, sus rarezas y su amor por el dinero,
ya son hartos conocidas. Era una máquina de hacer, y de gastar, dinero, solo
superada por Gala, que era una brutal manipuladora. Ya me contaréis, si llegáis
a leerlo.
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