“Los versos del olvido”
(Chile, 2017) es una interesante película, del iraní Alireza Khatami, sobre un
viejo enterrador, que vive prácticamente solo en el cementerio, ya que apenas
recibe visitas, y tiene una memoria prodigiosa, un cerebro que es una pura computadora
de caras, datos y números, pero no de nombres.
Un día, la revolución
estalla en una ciudad cercana, y al volver al cementerio, encuentra todo aquello
hecho unos ciscos, y en el depósito de cuerpos, el de una bella joven ensangrentada.
Ella es la 999, y, en el momento en que el anciano enterrador la ve, resucitan
en él viejos fantasmas, visiones y brumas de un pasado que le atormentan. Su
universo está integrado por un compañero sepulturero, más joven que él,
filósofo y pensador, en gran parte un Homero… Un conductor que sufre pesadillas
de su pasado, una mujer muerta en vida que no encuentra a su hija desaparecida…
Un microuniverso de olvidados, hace mucho tiempo, donde el surrealismo forma
parte de la cotidianidad.
Juan Margallo, actor
extremeño, que a muchos os sonará por “Campeones” (2018) es el protagonista de
esta película, con trasfondo político, y ciertamente muy poética, con el mar, y
sus ballenas, como final de cualquier río.
Hay dos escenas sublimes,
que conectan la cinta con la misma mitología griega, clásica y pagana, tan
presente aún en nuestras vidas: 1ª. En la que el protagonista se interna en un
laberinto de expedientes polvorientos y viejos, guiado como Teseo con un hilo,
para no perderse, y en el que llegan a encerrarlo a él mismo allí. 2ª Visita al
Archivero Judicial, que atiende en las profundidades, y al que hay que llegar
en un viejo ascensor. Allí, el archivero, representación de Hades, trabaja
rodeado de relojes, que, al fin y al cabo, miden el tiempo que nos queda.
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