Starr es una chica
afroamericana, que vive en un barrio chungo. Tiene dos caras. Estudia en un
barrio pijo blanco, donde sus compañeros blancos, de familias ricas, imitan el
lenguaje de los negros, y creen que ella es uno de ellos (aparte que tiene un
novio blanco). Y, en su barrio, donde una banda tiene el control de las drogas,
tiene sus amigos, sus fiestas y sus movidas.
Un día, tras una fiesta
con tiroteo incluido. Un agente blanco para el coche donde va Starr con su
amigo de la infancia, Khalim, y le dispara a bocajarro tres tiros, al confundir
un cepillo para el pelo, por un AK-47. Desde ese momento, el mundo bipolar de
Starr sufre una conmoción, y comienza a resquebrajarse. Comienza a sufrir
presiones, como testigo, de un lado y de otro, mientras comprueba cómo el “mundo
blanco” les ataca, por defender una Justicia que siempre se inclina hacia el mismo lado de la balanza...
La película, “El odio
que das” (2018) es una más, que evoca el “Black lives matter”, movimiento que
intenta luchar por los derechos afroamericanos. Es entretenida, curiosa, pero
peca de excesivamente larga (le sobra, perfectamente, media hora), y de un
final en Off que se carga el movimiento de la misma, la ralentiza y la resume,
cerrándola un poco en un final un tanto Disney. Hay muchos temas sobre los que
reflexionar en esta producción, y todos se tocan por encima, pero creo que no
es del todo mala. Que un agente blanco se cargue a un chico negro para x
tiempo, se ha convertido, desgraciadamente, en algo muy normalizado. Y esa
situación, aunque nos cae un tanto lejos, no puede ser olvidada, ni ajena. Está
basada en un libro, del mismo título, pero… No me lo he leído.
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