Tanto en las redes
sociales, como después en diversos medios de comunicación, se ha ido haciendo
eco, en los últimos meses, de lo buena que es la miniserie “Chernobyl” (2019),
de cinco episodios, sobre el
desastre nuclear de Chernobyl, en la URSS
(concretamente en Ucrania), que abrió la veda de distintos problemas con la
energía nuclear, el último de ellos, hasta la fecha, en Fukushima
en 2011.
La serie está
francamente bien. Se basa en los hechos acontecidos durante la explosión, y
posteriormente a ella. Contando los recovecos políticos ante un desastre que no
pueden controlar, las rápidas y suicidas actuaciones de funcionarios y
bomberos, así como las mentiras iniciales para ocultar un desastre que fue peor
de lo que contaban. Los primeros episodios se centran en el sacrificio de la
gente para parar la explosión del reactor IV, que fue el que explotó, en los
efectos: La actuación de los liquidadores, la evacuación de la cercana ciudad
de Prípiat, la preocupación por parar la fundición del núcleo que se derretía y
contaminaba aguas cercanas, el arrasamiento de cultivos y la matanza de
animales de la zona (hay un capítulo entero sobre cómo mataron a las mascotas),
así como las primeras muertes y consecuencias en los humanos… Los efectos
fueron, y siguen siendo, actualmente, desastrosos.
“Chernobyl” forma parte
de nuestra cultura popular. Todos sabemos que significa esa palabra. Hay
libros, documentales y artículos sobre el tema. Yo les suelo hablar todos los
años a mis alumnos de Geografía sobre el tema, cuando hablamos del eterno
debate de las energías renovables o no renovables, lo nuclear Sí o No, ya que,
no en vano, vivimos en una Comunidad Autónoma, Extremadura, que tiene una
Central Nuclear, Almaraz
(1983), que, en teoría ya debería estar cerrada, pero que tiene una ampliación
de vida hasta 2027, 0 2028, según diversos medios (Periódico
Extremadura), y que tiene un informe de 2016 en el
que se indica que “no hay suficientes garantías” en caso de accidente (según
datos de Wikipedia), para parar un posible desastre nuclear… Pero, claro, hay
3.300 trabajadores que dependen, directa o indirectamente, de dicha central, y
ningún político en sus cabales firmaría un cierre, así que solo nos queda cruzar
los dedos, para que no pase nada en los próximos diez años.
Volviendo a la serie. Tenían
razón todos aquellos que me la recomendaron. Ciertamente, creo que la serie
merece la pena. Resume muy bien aquellos azarosos días, y esperemos, como decía
antes, que no vuelva a suceder nada parecido, y menos en la península…
P.D: El último episodio,
el del Juicio de Chernóbil, es revelador, aunque, tristemente, no
fue tal como se dice en la serie.
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