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martes, 16 de abril de 2019

Bumblebee (2018)




        Hace un tiempo, en 2017, tras soportar la malísima Transformers 5, os reconocía que, a pesar de que no seguía la saga, me había tragado cada una de las películas que la conforman. Y, deseaba, que, por favor, no hicieran ninguna más, por lo menos dirigida por Michael Bay. Así, que, cuando salió la sexta entrega, “Bumblebee” (2018), aunque con diferente director, ni me molesté en ir al cine al verla.

        Hoy la he alquilado. Y, bueno, no está tan mal, o no es tan mala como las anteriores películas. Lo que más me ha gustado, de entrada, es la banda sonora que es una verdadera pasada, al hacer un gran resumen de grandes éxitos ochenteros. Y, siguiendo con ese hilo, las referencias a los ochenta siguen, lo cual se agradece: Karate Kid, las películas de Herbie (que sé que son anteriores a la época), los tópicos, las series, las camisetas, los walkmans, las cassettes, La Guerra Fría, los hologramas tipo Obi Wan Kenobi…

       ¿Y la historia?, pues la historia es la que tenía que haber sido cuando empezó la saga, en la primera película. Con personajes, por fin, medianamente reconocibles de los dibujos animados, ya míticos, que emitía Hasbro. Cybertron, el planeta origen de los Transformers, es conquistado por los Decepticons (los malos), y los últimos autobots (los güenos) huyen a diversos lugares del espacio. Nuestro protagonista, Bumblebee, huye (¿Cómo no?) a Estados Unidos (no era plan caer en la España de Felipe González, además los Transformers hablan inglés), donde, haciéndose pasar por un “escarabajo” amarillo, intenta sobrevivir de los ataques de los primeros Decepticons que le localizan, y, de paso, de John Cena (más Cena que nunca) que es un militar obsesionado con capturarlo, que no dudará en aliarse con los Decepticons (momentáneamente)…

       En fin. No hay grandes batallas, al menos, no tan exageradas como en las anteriores cintas. No tiene el lenguaje soez que tenía la quinta entrega, que era como estar viendo a un puñado de reguetoneros un día cualquiera de sus vidas. Tiene momentos divertidos y le sobra media hora, perfectamente. Pero… Se puede ver.

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