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jueves, 28 de marzo de 2019

Viaje al centro de la Tierra. Julio Verne (Edición RBA, 2019)



        Una de las cosas que suelo hacer, habitualmente, es comprar el primer tomo o fascículo de la colección de turno, anunciada en televisión o en la portada de los cada vez más extintos quioscos. Es algo, que, desde que tengo recuerdo, he hecho mucho. Números unos huérfanos del resto de la colección, por estar de oferta, a tres noventa y cinco o precio parecido, que me ofrecían una vaga idea de lo que venía después a triple precio.


        Eso no significa que no haya hecho colecciones enteras, que las he hecho y las conservo con mimo. Pero con este “Viaje al centro de la Tierra”, de Julio Verne (editado por RBA en 2019, dentro de la colección Hetzel), me ha ocurrido uno de estos hechos que os narro.


        De Julio Verne recuerdo haberme leído extractos de muy pequeñito en la biblioteca de mi barrio, en libros de texto que acompañaban la aventura con un pequeño dibujo relativo a lo narrado, y poco más. A mi edad, tenía que reconocer que no había leído una obra completa del autor, y ello me llevó a adquirir este primer volumen de una colección que comenzó a publicarse, y a venderse, a principios de año.


        Ciertamente, la historia la he disfrutado mucho, ya que el lenguaje sencillo de Verne ayuda. Es una obra ingenua, fantasiosa, pero no por ello deja de ser entretenida.



        El protagonista de la historia es un joven alemán, Axel, que me ha parecido bastante pedante y pusilánime. Su tío es un prestigioso profesor y científico, experto en mineralogía, Otto Lidenbrock, que está bastante como una cabra. Vive con él, con la sirvienta de la casa (Marta) y con su pareja, Graüben. Un día, Otto, descubre en un libro bastante valioso, un pergamino aún más valioso si cabe, ya que se trata de un manuscrito de un alquimista renacentista medio chiflado llamado Arne Saknussemm, que, al descifrarlo en un rato de asueto, señala la entrada a las entrañas del planeta en un extinto volcán islandés de dos bocas, el Sneffels.


        Una vez en Islandia, contratan a Hans, un nativo islandés con menos sangre que un vampiro, casi imperturbable, que les guiará en su aventura, siendo músculo, y, a veces, sin decirlo, cerebro y sentido común de la descabellada empresa.

        Las aventuras me las ahorro. Para que os leáis el libro, si no lo habéis hecho todavía. Mientras escribo estas líneas, recuerdo que había, hay, más de una docena de películas ambientadas en este libro, pero la verdad sea dicha, ninguna de las que vi se les acerca mínimamente a la historia original.

        Después mi sorpresa ha llegado con dos relatos cortos, añadidos al final de la edición: “Un drama en México” (1851) basado en el hecho real de la deserción de dos barcos españoles en 1825 (de una flotilla de cuatro), que tras abandonar a su capitán a la deriva, ponen rumbo a México para vender los barcos… Y “Diez horas de caza” (1859), que es un alegato contra la caza, los cazadores y los relatos relacionados con la actividad cinegética, de la que Verne no era, por lo que reconoce en el relato, un fan precisamente.

       Resumiendo, me ha gustado la experiencia Verne, aunque sea una lectura que debía haberme bebido hace cuarenta años, y tendré que leer algo más del autor, por supuesto…

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