En “Oso Polar” (2017) tenemos
a Heriberto. Un exseminarista, apocopado, enganchado al teléfono móvil, serio y
homosexual, que busca reunirse con sus antiguos compañeros de Primaria, que
celebran, de vez en cuando, fiestas y reuniones, a las que él nunca ha asistido.
Antes de ir, debe recoger, en un destartalado Ford del 82 herencia de su madre,
a dos antiguos compañeros: Trujillo, eterno inmaduro, un capullo de manual. Y,
Flor, madre soltera, adicta al alcohol y atractiva a rabiar.
En el viaje, deben atravesar
México D.F, de lado a lado, que yo me la imagino, más o menos, como toda la
provincia de Badajoz, pues al parecer, tal misión les llevará algunas horas.
Por lo que la cinta se convierte en un “Road Movie” interesante, donde a
Heriberto le recuerdan todas las vejaciones, insultos y malos modos que tuvo
que aguantar siendo niño, y que muchas de ellas, él, mismamente, ya había
olvidado.
Lo que prometía ser una
buena oportunidad para reunirse con “amigos” y compañeros, hará que Heriberto
vaya cambiando, poco a poco, en este trayecto, recordando cosas de su pasado, y
viéndose envuelto en situaciones en las que no va a querer estar.
“Oso Polar” es una película
que, ciertamente, me ha gustado mucho. Me ha enganchado bastante. Estudia muy
bien las relaciones entre unos personajes bien definidos, con una base creíble,
y que llevan a un final sorprendente, o quizás no tanto. Y toda esa narración
se apoya, por lo visto, en la utilización de un teléfono móvil. Interesante, la
recomiendo.
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