La de veces que jugué al
Castlevania (de Konami), en los salones recreativos (hace treinta años), y la
de horas muertas que comentamos lo difícil que era el puñetero juego. Se nos
pasaban las tardes viendo las demos de “Insert coin”, entre zombies, vampiros, murciélagos
y seres de ultratumba en escenarios horripilantes, donde íbamos armados con un
látigo, fustigando a todo bicho que se movía.
¿Cómo no iba a engancharme a
la serie de Netflix? Era cuestión de tiempo. Tanto ha sido así, que, la primera
temporada, y la mitad de la segunda, me la he tragado en una tarde y estoy
deseando ver lo que me queda.
¿De qué va Castlevania? De un
país imaginario, Wallachia, de una Europa del este que nunca existió, en pleno S.
XV. Donde la magia, el cristianismo y los seres de ultratumba conviven como si
tal cosa. Un buen día, la esposa del mítico Drácula es quemada por bruja (en realidad, ella se consideraba médico) por
unos simpáticos sacerdotes comandados por el Obispo. Drácula jura venganza. Al
año de su muerte, regresará con un ejército diabólico y acabará con el país
entero.
Al año, cumple lo prometido y
comienza a arrasar con todo. Solo un pequeño grupo de héroes, comandados por el
ultimo integrante de la Casa Belmont (Trevor Belmont, cazador de monstruos),
puede hacerles frente. Pronto, a Trevor, se le une Sypha (una maga) y Adrian (el
mismísimo hijo de Drácula), en su lucha contra el Mal.
La serie engancha desde el
principio. A mi me ha gustado, y espero que haya una tercera temporada. Ya me
diréis que os ha parecido.
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