Entre bombas y francotiradores, la familia de Zeina intenta sobrevivir en una casa que se ha ido reduciendo, poco a poco, en un solo espacio seguro (la entradita). De ser un hogar, con un orgulloso tapiz herencia de los abuelos y de una impasible lámpara de araña se transforma en un silo claustrofóbico, sin luz y sin comunicación, y donde, entre tanto horror y muerte, obuses a media noche y desaparecidos diarios, la fuerza de la amistad, de la familia sigue siendo imprescindible para superar el día a día en el infierno en el que se había convertido una ciudad que poco antes rebosaba alegría. Con el barrio lleno de trampas, contenedores donde esconderse y cascotes de edificios bombardeados. Terrible el mapa que nos presenta con las claves para evitar al francotirador.
Es una historia impactante, a la vez que fascinante y llena de esperanza. Una esperanza basada en un futuro que será cercano, que será de paz, en opinión de algún personaje. El vínculo que se establece entre todos ellos es revelador de la naturaleza humana.

Este es un cómic de esos que, tristemente, no pasarán nunca de moda. Desgraciadamente, todos los días nos encontramos calles bombardeadas, familias que huyen de conflictos y niños que, marcados por el horror, miran al fotógrafo de turno al objetivo preguntándose ¿Por qué, hasta cuando?
Aviso sobre las fotos: La de la portada es mía, del ejemplar que me he leído. Las demás, me las encontré en Google.
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