Tras leerme el primer tomo de “Pies descalzos” de Keiji Nakazawa (1939-2012), no podía estar mucho tiempo sin meterme de lleno en el segundo volumen, que cuenta la historia de Gen y su familia, tras la explosión de la bomba atómica de Hiroshima.
Si el primer volumen me dejó con mal cuerpo, e hizo que me removiera en el sofá un par de veces, “Pies descalzos 2. Una historia de Hiroshima” (DeBolsillo, 2015) no baja el listón. El prólogo del propio Keiji Nakazawa es, de entrada, un aviso a la lectura posterior. Han pasado casi dos años desde que estalló la bomba atómica. Los estadounidenses han ocupado el país. La gente pasa hambre por las calles, siguen muriendo muchísimos por los efectos de la radiación atómica. Los cuerpos y esqueletos están por doquier.
Gen sigue luchando por tirar de su familia, y de paso, ayudando a todos los que puede. Su hermanastro Ryuta llega a tontear durante un tiempo con la Yakuza, la mafia japonesa, que usa a los huérfanos de la bomba para sus tejemanejes, que incluyen asesinatos.
La desesperación, el llanto,
el dolor… Siguen estando muy presentes, su hermana pequeña Tomoko está
gravemente enferma, al igual que su madre. Gen ha adoptado el discurso de su
padre, y culpa de la guerra y sus desgracias, entre otros, al Emperador de
Japón, al que le niega el respeto de inclinarse ante él.
El cómic, al igual que el primer tomo, es totalmente desgarrador. La deshumanización de aquellos años está muy bien representada por Keiji, el rechazo a los radiados de la bomba, la prostitución de algunas chicas japonesas para poder sobrevivir, y hasta el mercadeo de restos óseos como recuerdos por parte de los propios japoneses y los soldados estadounidenses.
Es totalmente brutal desde la primera página. Un cómic que te acerca al sufrimiento de la gente, en primera persona, a través de la mirada de un niño que ha llegado a perder hasta el cabello por los efectos de la bomba. Más que recomendable, es imprescindible su lectura.
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