La verdad es que hace tiempo que le
quería dedicar unas pocas líneas, a una obra que considero imprescindible, de
uno de los historietistas más clásicos del panorama español. Él es Carlos
Giménez, y aquí ya le hemos dedicado un par de entradas a obras suyas, “Delta
99” y “España
Una. Grande y Libre”, que es como hablar de dos gotas de agua en un mar de
publicaciones, ya que Giménez ha sido muy prolífico, y yo que lo celebro desde
mi más sincera admiración.
Hace ya unos años, diez concretamente, pude
leer algunas cosas de “36-39. Malos Tiempos”, que eran cuatro cómics sueltos,
de los que yo solo pude leer algunos, no todos, pero que en su día fueron
reveladores.
Con el paso del tiempo,
ha caído el integral de aquellos cuatro cómics: “Todo 36-39: Malos Tiempos”
(Penguin Random House, 2018), que nos llevan a los días finales de la
República, con el estallido de la Guerra Civil, hasta los meses posteriores del
final de la contienda. Geográficamente, nos localizamos en Madrid, aunque
también hay un par de saltos, para contar una breve historia, a la provincia de
Zamora.
Acompañamos a
Marcelino, obrero afiliado a la Izquierda Republicana de Azaña, y a su familia,
por las miserias, privaciones y horrores de la Guerra Civil. Desde los
bombardeos, hasta la falta de solidaridad de algunos, el hambre, el terror y la
muerte de tres años de conflicto, llenos de pobreza y desesperanza.
La verdad es que este
es uno de esos cómics, en los que realmente me resulta muy difícil escribir,
expresar con palabras todas aquellas cosas que relata magistralmente Giménez
con el dibujo, de riguroso blanco y negro, y narrado como pequeñas historias,
de pocas páginas, que se van engarzando, como una cadena en la que todos los
eslabones tienen algo en común: La guerra.
Leerlo en su conjunto,
me ha encantado, y me ha dado hasta escalofríos (en pleno junio) al leer
determinadas cosas, que ya me sonaban de antes, como la historia del gato Sito,
o la de hombres descabezados que andaban por la calle antes de que sus cuerpos
se desplomaran en el suelo, pasando por familias enteras que agonizaban de
hambre, y las terribles matanzas y paseos por parte de los dos bandos,
desatados en una vorágine de violencia sin sentido. Me ha impresionado, y
mucho, y no será la última vez que escriba sobre la obra de Giménez.
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