Hace
ya unos años, muchos años (unos veinte), en una tertulia sobre cómics, un tipo
que andaba por allí, nos estuvo rajando de cabo a rabo, durante bastante tiempo,
de “V de Vendetta” (mi edición es relativamente nueva, de ECC Ediciones, 2015) de Alan Moore (guión) y
David Lloyd (dibujo). No le gustaba el dibujo, no le gustaba las citas
literarias (continuas en el cómic, al igual que las musicales), no le gustaba
ni el dibujo ni el color, y mucho menos como terminaba.
El
tipo había vivido en Reino Unido, y conocía los cómics desde principios de los
noventa. A mi me sonaban, pero no me había dado por leerlos (todavía). Tengo
que reconocer, que, hasta que no me enteré de que iban a sacar una película, en
2006, no me di prisa por leer el cómic (lo pedí prestado unos meses antes del
estreno).
Pude
entender, entonces, gran parte de las críticas de aquel tipo (con el que no
volví a coincidir), pero me pareció que estaba delante de uno de los mejores
cómics que había leído, y había leído ya unos buenos pocos.
Posteriormente,
me he leído partes que me gustaban especialmente. Y hace una semana, reparé,
que nunca le había dedicado una misera entrada a “V de Vendetta”, pero que eso
podía fácilmente ser resuelto con una nueva relectura del cómic. Supongo, que,
a estas alturas, sabrás de qué va “V de Vendetta”, archiconocida por su icónica
máscara, atributo fácilmente reconocible en “V” su protagonista. Esa máscara
blanca, sonriente, que representa a Guy Fawkes. Un tipo que intentó volar, sin
éxito, el Parlamento de Londres en el S.XVI, y fue ajusticiado por ello.
Se
trata de una distopia (¿Podría ser una ucronía?, siempre me lío con estos
términos), imaginada por Moore a mediados de los setenta, en la que pensó en
una guerra nuclear a escala mundial (iniciada a finales de los ochenta), con
resultados no mencionados en el cómic, pero que, a nivel inglés, acabó en una
dictadura de tipo fascista, que controla a la población mediante controles
policiacos, propagandísticos y tecnológicos (cámaras por doquier, micrófonos).
En esta distopia, donde todo está controlado. Un antiguo preso de un campo de
concentración (vamos a decirlo claro), conocido como Larkhill. “V”, se oculta del régimen, y planea su
venganza. Primero, contra todos los que torturaron, de una manera u otra, en su
etapa de preso. Y, segundo, contra el propio régimen, haciéndolo caer en el
caos, la anarquía, buscando una revolución que acabe con la dictadura, y
promueva una nueva sociedad, alejada del totalitarismo y el control
gubernamental.
Para
ello, recluta, casi al principio, a una joven, Evey Hammond, a la que le hará
pasar unas pruebas muy chungas, para prepararla, y hacerla ver, lo que él ve y
percibe de la decrepita sociedad inglesa, sojuzgada por el régimen dictatorial.
El
cómic te hace reflexionar, continuamente. Y más, cuando hace ya un tiempo que
no lo leías y lo vuelves a retomar, a releer, y no te queda más remedio que
pensar, que este tipo de distopias, ojalá, no se cumplan. No entro, como aquel,
en si el dibujo es bueno o malo, pues creo que el mensaje supera al gusto
personal de cada uno. A mí, personalmente, no me desagrada. Es muy ochentero,
en la mayoría de sus páginas. Y curioso ver, como un tipo como Moore, se
imaginaba el futuro a veinte años. Si, por casualidad, aún no os habéis leído
este cómic, os lo recomiendo. Debéis hacerlo. “V” os espera.
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