Sigo con el tercer tomito
de “Las águilas de Roma” (Norma, 2012) de Marini, y sigo con la sensación de
que me estoy leyendo una especie de “Ben-Hur”. Ya sé que lo he comentado con
los tomos anteriores, pero cada vez se me hace el cómic más predecible (y lo
explico al final de mi comentario).
En el dibujo, como en las
anteriores ocasiones, todo es admirable. Está francamente bien, y a mí me gusta
mucho. Hay dos viñetas que me han encantado, en las que se ve perfectamente el
urbanismo romano, tantas veces explicado en mis clases, tanto en la ESO como en
Bachillerato.
En cuanto a la historia,
tenemos a Marco desplazado a Germanía para investigar si su amigo Arminio, que
lleva ya cinco años por aquellos lares, y está pensando en provocar una
rebelión de los distintos pueblos germanos contra los romanos. Una vez allí, a
Varo, el gobernador, un tipo gordo y bastante repugnante, no le cae bien. El
motivo es que allí está destacado, igualmente, Lépido, que sospecha que el hijo
que tiene con su mujer Priscilla, es realmente hijo de Marco.
A raíz de dicha sospecha,
convence a Varo para que desplace a Marco al último Castellum que tienen los
romanos en aquellas tierras, rodeados de bosques peligrosos y barbaros
belicosos con ganas de levantamiento.
Marco, una vez en su
destino, tendrá que meter en vereda a una tropa formada por lo peor de la
sociedad romana, con borrachos indisciplinados, asesinos y demás personal nada
de fiar.
Al mismo tiempo, descubre
que Arminio está metido en algo, aunque aún no sabe en qué anda, hasta que se
van a cazar juntos y todo se revela.
En este tercer tomo, no
tenemos tantas escenas sexuales a las que nos tiene acostumbrado ya Marini.
Finaliza el tomo con el típico glosario de palabras en latinas y germanas, que
nos ayudan a entender mejor algunas de las escenas. El cómic, ya en el ecuador
de la colección, ayuda a que de manera general la vea como una buena inversión,
ya que me está gustando y lo estoy disfrutando, aunque lo veo venir, que es lo
malo… Que estemos ante el Arminio de la Batalla
de Teutoburgo, y que, hasta ahora, no lo haya visto venir.
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