El año es 1973. Uruguay
está, después de unas décadas de democracia, bajo el yugo de una cruel y sanguinaria
dictadura militar. Una noche, algunos presos del grupo Tupamaros (un grupo
radical de izquierdas, especializado en guerrilla urbana) son sacados, secretamente, por los militares. A los que
no han matado, los piensan volver locos.
La historia gira en
torno a tres de esos presos, que, durante doce años, aguantan las continuas
torturas físicas y psicológicas, el aislamiento, la más absoluta de las
locuras. Privados de hacer sus necesidades, de hablar con otros seres humanos,
de lo más básico. Sus sueños, sus recuerdos, sus ilusiones, y la comunicación
morse entre ellos será lo único que los mantenga medianamente íntegros.
La película es dura. La
película está muy bien planteada, y creo que bien narrada desde el rigor
histórico de aquellos días, de aquellos hechos. Pepe Mújica, que posteriormente
fue presidente de Uruguay, fue uno de aquellos presos. Cuando le preguntaron si
le había gustado la película, contestó: “La sufrí”.
La cinta dura dos horas,
en las cuales uno se revuelve en el asiento, y piensa: “Yo no hubiera aguantado
ni dos días”. Independientemente de ideologías, dictaduras y políticas, en “La
noche de doce años” (2018) sale lo mejor, y lo peor, del ser humano. Los actores, los tres principales (Chino Darín, Alfonso Tort y Antonio de la Torre), sublimes, destacando en mi opinión Antonio de la Torre, por el cual, tenemos por aquí una especial predilección. Otra de
esas películas que creo que deberíamos ver todos.
P.D: Tiene un saco de
premios… No me extraña.
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