Palestina, de Joe Sacco, ha sido
otra de esas gratas sorpresas, que te encuentras de vez en cuando, para mí. De
Joe Sacco había leído algunas cosas relacionadas más bien con la Guerra de
Bosnia, pero poco más, su trabajo periodístico acababa en un par de viñetas muy
bien trazadas en algunas páginas centrales de ciertos periódicos nacionales (y
de hace varios años). Cuando tuve la oportunidad de adquirir “Palestina” lo
hice con los ojos cerrados, ya que la base que tenía sobre él era buena.
Palestina nos sitúa a comienzos de la década
de los noventa en Palestina. Sacco decide viajar hasta allí y documentarse
sobre la realidad palestina para después hacer una serie de cómics, que
salieron como fascículos, y que Planeta editó en un solo tomo, que es el que me
he leído, con una serie de extras (cómo la introducción que hizo el profesor Edward
Said para la versión anglosajona, en 2001, o la propia de Sacco de hace unos
años, 2007). La Intifada, el día a día de los palestinos en las aldeas cercadas
por el ejército israelí o La Guerra del Golfo, son temas que están muy
presentes en todo el volumen.
Estos extras, lo reconozco, al principio me
hicieron bufar mucho. ¿Por qué? , pues por que el tipo de letra (tuve que usar
lupa para leerlo, no es broma) estropea el interesante contenido documental al
que hace referencia tanto Said (que cuenta unas anécdotas deliciosas de su
niñez) como del propio Sacco.
Después, el dibujo expresionista de Sacco te
hace olvidar cualquier resquicio de temor respecto a la lectura, o al contenido
del cómic. En riguroso blanco y negro, Sacco nos da un paseo por las distintas
poblaciones palestinas, entrevistando a personas de uno y otro lado de la
alambrada, citando hechos, retratando situaciones. Sus viñetas sufren una
evolución, desde el exagerado uso de la diagonal, o la viñeta movida, casi
balanceada, hasta la clásica presentación de recuadros carcelarios que le dan
una cierta atmósfera al dibujo de penitenciaria, buscada y encontrada. A veces,
es difícil respirar en Palestina, y eso llega.
El lenguaje que utiliza también
ayuda mucho, el uso del “Chacho” a mí me ha parecido una delicia. Me ha
encantado esa facilidad para conectar con el lector, sin caer en lo pedante o
en lo superfluo. Con una crítica mordaz (a partes casi iguales, también refleja
muy bien las contradicciones palestinas en todo el proceso de paz, de ocupación…),
con una ironía fina muchas veces, después de la que está cayendo en aquellas
tierras.
Y, a pesar de que el cómic va
camino de los veinticinco años, el tema sigue siendo de rabiosa actualidad,
quizás no con aquella intensidad, opacada por otros conflictos internacionales,
pero sin duda, aún latente, y mucho.
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