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domingo, 13 de marzo de 2022

The Batman (2022)


        Atención, esa entrada tiene referencias, destripamientos y revelaciones sobre la película que voy a comentar. Si no quieres que te la reviente, no sigas leyendo. Allá tú.

        Tras tres años largos sin ir al cine, por el tema del coronavirus fundamentalmente, hoy me he decidido volver y hacerlo por la puerta grande, con "The Batman" (2022). Ahí, en plan masoquista, tres horas largas de película.

        Nada más salir, me han preguntado que qué tal estaba, y mi primera impresión ha sido esta: "Para mí es como jugar al Cluedo durante tres horas teniendo doce trankimazin en el estómago", aunque también podría decir: "Es como escuchar a Barney de Los Simpsons, cuerdo, por Gotham".

        La historia en sí no es mala, pero la película se te hace laaarga de narices. Batman, hablando en voz muy baja, parece estar en "Seven" resolviendo un caso muy raro, que tiene como principal villano a batir a "Enigma", un tipo que se toma por su cuenta el tema de ir haciendo justicia por ahí, con una máscara cutre y unas gafas progresivas de pasta transparente.

        Gordon (el comisario Gordon), que en esta ocasión es afroamericano, utiliza la Bat-Señal continuamente, para consultarle a Batman los resultados de la Bono-Loto. Pronto, el dúo se enfrenta a una trama donde hay corruptos de todo tipo: Trescientos fiscales, doscientos cincuenta jueces, ocho mil policías, hasta los Raiders están metidos en el ajo (todos blancos y heterosexuales), el caso es ser corrupto o eres tonto, menos Gordon, que no se entera de nada, y Batman, que imita al Cuervo de Brandon Lee y le cuesta abrir la boca porque se enjuaga continuamente con Aftex para las llagas bucales. Si hubiera usado la telepatía, al espectador le da igual. 

        En medio del todo el fregado, tenemos al Pingüino, que imita a Al Capone en los Felices Años Veinte mientras lleva un  local de alterne, que también es discoteca, sala de reuniones y lavandería china de madrugada. Con la cicatriz característica de Scarface, y un traje que le daría envidia al fantasma del Presidente Hoover, el tipo va por ahí diciendo chorradas, mientras Batman pone morritos y descifra, o intenta, los acertijos de "Enigma", al más puro estilo Adam West. Y es que Batman se pasea entre policías, lo invitan a investigaciones, fiestas de cumpleaños y todo lo que se tercie. Alfred, que tiene cara de Gollum, es también aficionado a los acertijos y resuelve los crucigramas de los periódicos dominicales cuando se aburre, porque son la bomba. 

        El caso es que Catwoman también anda por allí, entre el Bien y el Mal, con unas tretas y unas historias que parece haberse escapado del "Sálvame Deluxe", mientras Batman anda más perdido que Spiderman en un descampado. No sabe cómo reaccionar con la chica, no sabe si declararse, darle un beso (menos mal que no toma la iniciativa o hubiera quedado como un opreeeesooorrrr) o tal vez ni siquiera sabe si le gusta la chica, las chicas, o el color negro.

        El tema está en que Enigma, que toma a Batman por un inteligente aliado, se da de Bruces Wayne cuando se percata de que el chaval es muy corto de entendederas, y vuela media Gotham, provocando una inundación de aguas fecales y esbirros a doquier que acaba con varios fallecidos y con algo parecido a la tragedia del Katrina, pero sin banderas americanas, que eso de mostrarlas ya no se lleva.

        Enigma, que resulta ser un friki de cuidado, se echa de amigo a un payaso en la cárcel, que le ríe las gracias y Catwoman, harta de que el chico solo sepa susurrar y poner morritos, recoge los tres mil doscientos gatos que tenía en su apartamento de 46 m2 y se larga con destino desconocido.

       En medio tenemos una persecución en coche al Pingüino, un rollo mafioso italiano, una trama sobre los padres de Wayne y su verdadera naturaleza (que si eran güenos, que si eran del Betis...), una referencia al famoso cuadro de la Cafetería de Hopper, y mil doscientas poses de Gordon y su bigote.

       Reconozco haberme dormido a ratos, con el sofá extensible del cine, el aire acondicionado y la escasa compañía (cinco o seis repartidos en una sala de doscientas butacas), pero bueno, he pasado el rato, y si bien no es para tirar "cobetes", solo por las escenas tipo Adam West, ya me doy por satisfecho... 

       P.D: Me gustaría ir más al cine, pero mi economía no da. Es una pena, porque es una delicia disfrutar de una película (y siesta) en butaca y pantalla macro.

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