Con
“Operation Finale” (Netflix, 2018), que está basada en hechos reales, me he
quedado un poco así… No sé… (¡¡Qué vienen los
spoilers!!)… Estamos en Argentina, quince años después de finalizar la
Segunda Guerra Mundial.
Argentina
se ha convertido en un nido de nazis ocultos bajo el Gobierno de Perón. Uno de
estos nazis es Adolf Eichmann, ideólogo del Holocausto, que vive como un simple
trabajador de la fábrica Mercedes.
Por culpa de un desliz, una joven judía se entera, oye, su verdadero apellido, y pone al Mossad (los servicios secretos israelitas) tras su pista, montándose un operativo de la leche para su captura.
Todo
esto, sería la primera hora de película, aderezada con algunos recuerdos de uno
de los personajes sobre la matanza de los judíos, concretamente en un bosque,
en los que Eichmann era responsable…
Después…
La película ya cae un tanto. Ya tenemos al nazi, y dialogamos, y hablamos sobre
su funesta figura, y que nos lo llevamos, y que los argentinos sospechan, y que
hay desavenencias entre los espías israelitas… Y el ritmo a mi parecer, cambia,
y el interés hacia la cinta también.
En
esta segunda parte se nos muestra al Eichmann humano, filosófico, reflexivo,
cagón y ciertamente embustero, y he llegado a decirme: “Pero, ¿Cuándo carajo
acaba esto?” Y aquí es donde le sobra la media hora de rigor y el metraje se
hace excesivo.
P.D:
Merece la pena llegar hasta el final, y ver el epílogo, de todas formas.
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