De Osamu Tezuka (1926-1989)
puedo contar poco. Sé que es el padre de “Astroboy”, y que, con veinte años, ya
vendía miles de cómics en Japón. A partir de los años cincuenta ya le llamaban
el “Dios del Manga”, y creó unos estudios, que no sé si siguen con actividad en
la actualidad, que llegaron a ser un referente mundial en los inicios de los
ochenta, en producción de cómics, autores, guionistas y películas de animación.
Durante esta semana me he
leído la trilogía “Oda a Kirihito” (Edición en castellano de Otakuland, 2004),
que originalmente se publicó entre 1970-1971, y, que, sinceramente, me ha
parecido muy interesante, a pesar del carácter de fotonovela que tiene en
ocasiones, sobre todo porque da información sobre la sociedad internacional de
aquella época, haciéndose eco del apartheid, del racismo, los conflictos
internacionales por el petróleo que desembocarían en la crisis del 73, y el
papel de la mujer en la sociedad japonesa.
En la historia, un grupo
médico investiga el Mal de Monmo, una extraña enfermedad que hace que el
paciente se transforme en perro, y, que, finalmente, muera. Las discusiones
entre los médicos están al día: ¿Es un virus, se contagia, es por el agua, es
endémico de Japón? Kirihito es un joven médico japonés, que, investigando un
caso, sufre una encerrona en una aldeucha, y sale de allí contagiado por la
enfermedad.
A partir de ese momento,
su vida se convertirá en un infierno. Será perseguido, maltratado, golpeado,
vejado, y todos los que se acercan a él sufrirán las consecuencias de dicho
mal. Es curioso ver como casi todos los personajes femeninos acaban fatal.
La trilogía, como digo,
es interesante, pero muy densa. Son cerca de novecientas páginas, que, a veces,
se te hacen cuesta arriba. Aún así, yo la he disfrutado, ya que es un clásico,
y aporta cosas para reflexionar. Al final del tercer volumen, se habla de una
enfermedad verídica, la enfermedad de
Minamata, provocada por la presencia de mercurio en el pescado que consumen
los nipones de dicha bahía, que es extrapolable al resto del planeta, por
cierto, ya que la cantidad de mercurio, y de microplásticos vertidos al mar AL
DÍA, es de varias miles toneladas en todos los mares y océanos.
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