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sábado, 10 de noviembre de 2018

Sueños de Bunker Hill (edición en castellano 2002, Anagrama)



        Para mí, John Fante, y su alter ego, Arturo Bandini, son unos viejos conocidos. “Sueños de Bunker Hill” (Anagrama, 2002) no es el primer libro que me leo de él, aunque si es verdad que no le he dedicado el tiempo y la atención que se merece, en el blog. Hace un tiempo, escribí sobre “Espera a la primavera, Bandini”, pero no le dediqué unas líneas a “Llenos de vida” o a “La hermandad de la uva”, que son, en mi opinión, unas auténticas obras maestras del realismo norteamericano.

       Cuando leo a Fante, me siento más identificado con él, ya a estas edades, que con el escritor que me llevó hasta Bandini (Fante), Charles Bukowsky. A Bukowsky lo leía con catorce años, y quería ser como él, como Henry Chinaski. Cuando llevaba devorada la mitad de la bibliografía, publicada en castellano, de Bukowsky, poemas incluidos, descubría a Fante. Una literatura sencilla, directa, libre de adornos barrocos y real como una hostia. Sin florituras.

       En “Sueños de Bunker Hill”, nos encontramos a Bandini, medio arruinado, en busca de su sueño de convertirse en un gran escritor en Los Ángeles. Ha dejado atrás la provinciana Colorado, y sus sueños comienzan a chocarse con la realidad de puertas que se cierran, gente falsa, trabajos que no cuajan y desamores a raudales.


      Es un libro cortito, pero esclarecedor. Lo soltó, ciego, a su mujer, que fue copiando palabra por palabra, un año antes de que Fante falleciera. Otra de sus maravillas. Refleja muy bien la hipócrita sociedad norteamericana de la postguerra, el mundo de Hollywood y los guionistas y productores. Os lo recomiendo.

-         Quizá. ¿En qué está pensando?
-         Necesito un corrector de estilo.
Los gatos olían a rayos.
-         No creo que pueda aceptarlo.
-         ¿Lo dice por los gatos? Me encargaré de eso.


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