Hace unos años, casi diez, mi
amiga Lupe me regaló una edición antigua, que tenía en casa, de “El hombre en
busca de sentido”, antes de trasladarse a vivir y a trabajar a Madrid. Aún
conservo su edición, pero reconozco que nunca me la llegué a leer.
Posteriormente, con el paso de
los años, leí alguna referencia a Viktor Frankl y el calvario que pasó este
señor, psicólogo vienés, en diversos campos de concentración prácticamente desde
el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Su mujer, embarazada, y sus padres, no
sobrevivieron al horror de aquellos campos. Y Viktor Frankl escribió, poco
después de su liberación por el ejercito estadounidense, este librito, cortito
pero brutal: “El hombre en busca de sentido” (1945), donde narra la inhumana
condición que le tocó vivir, junto a otros miles, en aquella barbarie nazi. Locura
total, que fueron los campos de trabajo y exterminio. A pesar de tener la edición antigua, opté por adquirir la nueva. Revisada y modificada en gran parte, pero no en su esencia.
Una época en la que, según él,
si perdías la esperanza, estabas condenado. Donde la muerte rondaba a diario,
la gente cambiaba cigarros por caldo de dudosa sopa, y los piojos se comían a
las personas. Caminatas con pies descalzos en la nieve, vientos mortecinos,
guardias crueles y despiadados.
El libro se divide en dos
partes. En una primera parte Frankl cuenta su experiencia como persona, como psicólogo.
En la segunda parte ofrece los conceptos básicos de su logoterapia, concepto en
que se basa en su búsqueda de sentido como motivación primaria para el ser humano.
Esta parte es un tanto densa, o por lo menos para mí, que no tengo ni idea de psicología.
Este librito se lo hemos
mandado, como lectura obligatoria, este curso, a los Cuartos de la ESO, pero
dudo que lleguen a entenderlo, asimilarlo o alcanzarlo en su totalidad. Creo
que es una lectura más enfocada a los Bachilleratos. Independientemente, yo os
lo recomiendo.
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