Parvana vive en Kabul, tiene
once años, y, junto a su padre, un viejo maestro mutilado en la guerra contra
la URSS, intenta sacar algo de dinero vendiendo lo poco que tienen en un
mercadillo.
Su padre lee y escribe, lo
cual es un lujo en su sociedad (se gana la vida con ello), y en los ratos de asueto, educa a su hija, le cuenta
historias. En casa, su mujer, cuida de su hija mayor y de la pequeña, casi un
bebé. Recuerdan mejores tiempos.
Un día, un antiguo alumno del
maestro, metido a talibán, acusa y encierra al padre de Parvana. Entonces esta,
no tendrá más remedio que cortarse el pelo, disfrazarse de chico, e intentar
tirar de la familia, mientras busca, infructuosamente, una pista que le lleve a
dar con el paradero de su encarcelado padre.
Mientras tanto, Parvana hila
una historia, para tener entretenida a su familia del pesar, una historia
paralela a la real, donde su hermano fallecido, Soleimán, deberá enfrentarse a
monstruos, y a su destino…
“El pan de la guerra” (2017)
es una bella historia, narrada desde la intolerancia del régimen talibán, desde
la rigidez de las costumbres y la necesidad de encontrar un camino, hacia la
libertad. Conmovedora, triste, pero necesaria, para ver y constatar, cual es el
papel de la mujer en Afganistán. Tiene un buen puñado de premios, y no me
extraña. Impresionante cinta.
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