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miércoles, 17 de septiembre de 2008

Dédalo, el arquitecto.


Hoy ha venido un tipo raro al trabajo. Estaba yo colocando los tacos blancos del número ocho, agachado tras el mostrador, en RNE3 sonaba los New Orleáns Blue Stompers… Cuando, una voz arrugada, cansada, me ha saludado con un “Buenos Días”.

Curioso, me he levantado de un salto desde detrás del mostrador. Ante mí, un señor bastante mayor, me hacía un ademán a modo de saludo con un compendio de venas que era su mano derecha. Se trataba de un tipo encorvado por los años, parecía tener cerca de los ochenta años, vestía unos raídos vaqueros de Carrefour (10 Leuros), una camiseta manchada de múltiples pecas de colores de “Pinturas Isidro”, y unas chanclas con calcetines negros, algo muy típico de estos habitantes de las lejanas tierras del Inserso (lugar mítico a donde muchos aspiran llegar). Su cabeza, tipo “Punset”, mostraba una calva reluciente central, escoltada por una media melena blanca detrás de sus orejas. Su carta de presentación se remataba con unos profundos, avispados, picaros, y sabios ojos azules, que posiblemente podrían contar muchas coisas sino fuera porque yo no suelo escuchar a este tipo de clientes más allá de lo sumamente necesario, todos te cuentan haber luchado en la Guerra Civil, o haberse tomado unas copas con Corto Maltés en Barcelona…

- ¿En que puedo ayudarle?. - Pregunté solicito.
- ¿El Jefe?.- Respondió utilizando la mayeútica socrática, (que manía tienen algunos…)
- Ha salido, volverá en un par de horas… - Contesté recogiendo algunos tacos extraviados del mostrador, desde luego el tipo no tenía pinta de representante de sartenes.
- Aham, entiendo. Bueno, me presentaré. Mi nombre es Dédalo (sonrió el viejuno). Soy Ingeniero Civil, venido un poco a menos (volvió a sonreír), y ando ofreciendo mis servicios a las diversas empresas de la ciudad para lo que pueda serle de ayuda… Quizás una ferretería no es el lugar más adecuado para dejarle un C.V, pero supongo que su jefe conocerá a contratistas, Jefes de Obras, Constructoras… - (Aquí pensé yo: Es el arquitecto peor vestido que jamás haya visto, ¿De que me está hablando esta momia?, si debería estar jugando al Mus en el Hogar del Pensionista!!!).
- Bien. - Le contesté. - Se la daré- , y cogí la tarjeta curioso. En la tarjeta se podía leer el lema: “Dédalo e Hijo. Arquitectos-Ingenieros Civiles. Pídanos Presupuesto sin Compromiso.”, y remataba la presentación una caracola en una esquina.
- Lo mismo le hacemos una casa que un laberinto, pero el minotauro lo pone usted… - Sonrió ofreciéndome su huesuda mano a modo de despedida. – Somos verdaderos artesanos en nuestro trabajo…- Continuó, -… Estamos mi hijo, yo, y un psicoanalista argentino, de Buenos Aires mismamente, que está con nosotros como Delineante eventual…-
- Ya veo…- Contesté con una sonrisa un tanto forzada.

Y el arquitecto, ingeniero, artesano, o lo que quiera que sea, se fue por la puerta en el momento en que una señora, una de las varias octogenarias que me vienen todos los días a amargarme la existencia, a recordarme que soy un simple mortal, me gritaba desde el hall del establecimiento:

- Oye, TÚ!!, que la bombilla que me vendiste ayer estaba “fundiá”… -

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tengo la sensación de que esta historia se ha quedado "corta", como a medias. Seguro que tenemos más noticias del señor arquitecto jeje.

Duncan de Gross dijo...

Bueno, bueno, esperemos a ver al Señor Dédalo de nuevo, ¿Quién sabe? ;-)