Robert de Niro es un actor que me ha dado
muchos buenos momentos en el cine. Debe ser por eso que me he atrevido a ver
una película,” The Alto Knights”, que se estrenó la tercera semana de marzo,
concretamente el 21 de marzo en España, y que hasta ahora es famosa por su
tremendo batacazo económico. Costó 45 millones de dólares y apenas ha recaudado
nueve millones y medio, a pesar de ser una película de mafiosos, que siempre
fue algo que atrajo al público, o al menos antes, y de que Robert de Niro
curiosamente hace dos papeles distintos en la película y nadie de su entorno se
había dado cuenta del parecido.
Por un lado, hace de Frank Costello, e
igualmente de Vito Genovese, ambos mafiosos de origen italiano, amigos y
enemigos a ratos, que hicieron de las suyas durante una veintena de años en la
ciudad de Nueva York, siendo su periodo más fructífero las décadas de los
cincuenta y de los sesenta.
La
película de una hora y cincuenta minutos puede llegar a parecerte un falso
documental presentado por el personaje de Frank Costello, que cuenta la vida y
relación de ambos mafiosos…
Y lo curioso es que
parece seguir esa premisa como si le diera igual desde el principio. Así que,
si esperas una película con tiros, guerras de mafiosos matándose en
restaurantes italianos, lo llevas claro, porque solo te vas a encontrar una voz
en off narrando algunas escenas y hechos, fotografías de la época, otras
montadas descaradamente y una narrativa tediosa, aburrida, que no acaba de
arrancar.
En la narrativa, nos
vamos al Nueva York de los años 50, donde dos amigos de la infancia, Frank
Costello y Vito Genovese se han repartido la ciudad y trafican con sus
sustancias y hacen sus negocios clandestinos en clubes nocturnos. Costello, que
ni siquiera va armado, y que es nuestro narrador, recibe un tiro al estilo
Trump, de esos en los que la bala te pasa de refilón, y decide retirarse para
plantar geranios, no sin antes darnos la matraca de su vida.
De Niro interpreta dos
personajes, dos maneras de ver las cosas, claramente distintas, donde cada uno
se mueve por la misma sociedad de manera distinta, y con las ansías de poder
llegar hasta lo más alto en una ciudad que solo permitirá que uno de los dos
reine.
Desde
el principio, la película me ha parecido muy visual, recrea muy bien la ciudad,
los coches, el modo de vida, la ambientación general de los mafiosos,
periodistas, policías y jueces, pero todo, en realidad, es un envoltorio bonito
son nada dentro. A veces le va bien a uno, a veces al otro, vamos viendo sus
puntos de vista ante determinadas cosas, la violencia que existe y que no
vemos, los tejemanejes, y la lentitud de la narrativa va poniendo los clavos a
un ataúd que no salva las actuaciones de Robert de Niro, que se nos presenta
como un tipo que es capaz de actuar como el tranquilo y melancólico Costello, y
como el colérico Genovese.
Parece
romantizar una época, creo que no la mafia en sí, pero si ser la crónica de una
época de la ciudad con sus fiestas nocturnas y sus derroches, en ese aspecto es
hasta contemplativa, y hay diálogos de auténticos besugos que no te llevan a
nada, al igual que reuniones, discusiones filosóficas o tirada de trastos entre
los protagonistas y sus mujeres, pero, como os digo, no llega a ocurrir nada
que haga que te inquietes mientras la ves, y ese tedio le pasa factura, poco a
poco, hasta el bostezo.
¿Qué
más podemos destacar de la narrativa?: Basada en hechos reales: Es la relación
entre los dos mafiosos a lo largo de la vida, sus broncas, sus desavenencias,
sus arreglos, sus reuniones y sus altercados, mientras los vemos en relación
con otros mafiosos, sus esposas, sus estilos de vida, sus juicios y condenas y
poco más, donde lo más destacable es el esfuerzo de Genovese por quitarse de
encima a Costello después de un fallido atentado, que sabe ver las cosas a
tiempo, por eso es él el narrador, pero le falta chicha, le sobran anécdotas y
quizás es una película que hace treinta años me hubiera quedado enganchadísimo
a la butaca del cine, pero que hoy por hoy, esto ya lo he visto antes, por
mucho que se disfrace de esa especie de falso documental.
No
tiene alma, es fácilmente olvidable, y la verdad es que no veo manera de
comentar mucho más de ella. Llegué al final prácticamente bostezando. Puede
llevarte a que piques en la curiosidad de querer saber más sobre estos dos y
buscar información sobre ellos, pero poco más…
En definitiva: Robert de Niro tiene 81 años, tira de un carro doble, y eso es loable en cuanto a interpretación. La ambientación, requetebuena… Lo demás, es aire. De nota le doy un 4, y entiendo su fracaso en cines, llega treinta años tarde, por un lado, y es más aire que otra cosa.
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